Hace varias décadas surgió un novedoso género cinematográfico, televisivo y literario que ha funcionado en varias ocasiones con gran éxito en las audiencias, es el falso documental; el cual ha abordado distintos temas desde eventos históricos, hasta cuestiones mitológicas como cuentos de brujas, las pirámides, e incluso presuntas abducciones por extraterrestres o apariciones de fantasmas.
Este género ha sido aprovechado por varios autores de libros en los que supuestamente muestran supuestas investigaciones de hechos reales, pero que en realidad todo se trata de una dramatización y exageración de ciertos hechos, aunque también en algunos de los casos todo es falso.
Ejemplos de esos falsos documentales están las películas “El proyecto de la bruja de Blair”, “Actividad Paranormal”, “El cuarto contacto” y varias producciones de llamado “Canal de historia” en las que se muestran recreaciones de supuestos “hechos verídicos”, pero que en realidad todo es pura y simple ficción. Dentro de los libros que pueden clasificados dentro de este subgénero de ficción están el afamado “El caballo de Troya” y el “Libro de Urantia”, y otros tantos libros de “draconología”, “vampirología”, angelología e incluso varios sobre “comunicación con hadas”.
Esto ha afectado en cierta manera a la seriedad de algunas investigaciones sobre temas de misterio, pues por su la falta de datos concretos y precisos, parecieran que en realidad se trata de una de estas obras.
Algunos supuestos “investigadores” han utilizado este subgénero literario para inventarse unos “documentales” e “investigaciones” sobre distintos temas de misterio y casos insólitos. Basándose en rumores infundados, creencias y muchas ocurrencias, realizan trabajos que intentan dar la apariencia de investigaciones, pero en realidad solo son simples trucos con información manipulada.
Ahora podemos ver en las redes cientos de páginas infestadas de supuestas “conspiraciones secretas” que casi todo mundo conoce, y que de secretas no tienen nada. Desde falsos efectos secundarios en vacunas antivirales, hasta supuestas y falsas armas secretas que utilizan ondas de radio o micro-ondas para destruir o modificar el tiempo, como el antiguo proyecto HAARP (Programa de investigación de aurora activa de alta frecuencia) o el LHC (Gran colisionador de hadrones), que de armas no tienen nada.
Así se van armando verdaderas redes de desinformación, como las de las denominadas “exociencia” o la “exopolítica” que afirman muchas cosas, pero no pueden demostrar nada, simplemente porque lo que dicen es falso. Sus postulados están plagados de falacias y sofismas.
La manía de los conspiranoicos a veces pareciera el resultado de tener una vida insípida y rutinaria para estas personas, por lo que terminan reinventando su mundo para combinarlo y mezclar la realidad con sus fantasías y sueños no realizados de la infancia.
Esos falsos investigadores han sido un lastre para muchas investigaciones que se han dedicado a estos temas con seriedad y objetividad. Hay pseudo-investigadores que incluso han manipulado y alterado petroglifos con tal de poder ilustrar sus libros sobre “paleo-ufología”, para tratar de dar “veracidad” a sus obras.
Eso ya es demasiado bajo y corrupto, pero sus seguidores los siguen como si fuesen maestros del saber en esos temas. Pero eso de inventar o alterar pruebas y evidencias es más común de lo que parece en el campo de las investigaciones de temas de misterio, que padece de plaga de falsos ufólogos y falsos parapsicólogos.
Es tan sencillo eso de inventarse y autonombrarse con títulos que suenen interesantes y que no tienen nada de reales, que de ahí surgen tantos “maestros” de tantas pseudo-ciencias alternativas, que necesitan de la credulidad de sus seguidores para seguir existiendo, porque carecen de resultados que sean sustentables y corroborables.
Que en una película o libro venga la frase de “Basado en hechos reales”, no es garantía que sea real, pues no representa que sea fidedigna como la experiencia nos lo ha demostrado. La mejor forma de darse cuenta que algo es falso y real es analizarlo y verificarlo de forma inquisitiva, para que así, si existiera algún engaño, este no pasaría los debidos escrutinios de un buen pensador que le guste razonar las cosas.
Ahí se las dejo de tarea.
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