12 diciembre 2025

Marcos Cipac el creador de la Virgen de Guadalupe



En el corazón de la devoción mexicana late la imagen de la Virgen de Guadalupe, un símbolo de fe, identidad y resistencia cultural que ha trascendido siglos.

Tradicionalmente, la narrativa católica oficial sostiene que esta imagen “milagrosa” apareció de forma divina en la tilma de Juan Diego en 1531, durante una serie de apariciones marianas en el cerro del Tepeyac.

Sin embargo, un examen riguroso de los datos históricos revela una historia más humana y arraigada en el talento indígena del siglo XVI. El verdadero artífice detrás de esta icónica obra no fue un milagro celestial, sino el pincel de Marcos Cipac de Aquino, un pintor indígena nahua cuya contribución ha sido eclipsada por el oscurantismo religioso. Basándonos en testimonios contemporáneos, crónicas coloniales y análisis académicos, es hora de reconocer el genio humano en esta pieza maestra.

La evidencia histórica comienza en los archivos eclesiásticos de 1556, apenas un cuarto de siglo después de la supuesta aparición. En ese año, el fraile franciscano Francisco de Bustamante, denunció públicamente la imagen como una creación humana durante un sermón en la Catedral de México.

Bustamante, preocupado por lo que consideraba una devoción excesiva y potencialmente idólatra, instó a una investigación oficial liderada por el arzobispo Alonso de Montúfar. Durante esta indagatoria, Bustamante y cuatro testigos declararon bajo juramento que la imagen en la tilma era obra de manos humanas. Uno de los testigos identificó explícitamente al artista como "el indio Marcos", un pintor nativo que operaba en la Ciudad de México en la década de 1550. Era una época en que los artistas indígenas, eran capacitados en los conventos franciscanos, y fusionaban tradiciones prehispánicas con influencias europeas para producir arte religioso.

¿Quién era este "indio Marcos"? Los historiadores lo identifican como Marcos Cipac de Aquino, un talentoso pintor nahua mencionado en varias crónicas clave de la conquista. Bernal Díaz del Castillo, en su obra "Historia verdadera de la conquista de la Nueva España", elogia a Cipac de Aquino como uno de los tres pintores indígenas más destacados de América, comparándolo nada menos que con el renacentista italiano Miguel Ángel.

Bernal Díaz, testigo ocular de la conquista, describe a Cipac como un maestro en el arte pictórico, capaz de crear obras de gran belleza y detalle. En el fértil ambiente cultural de la Nueva España posterior a la conquista, donde los frailes enseñaban técnicas europeas a los artistas nativos. Cipac trabajaba bajo el mando de figuras como el arzobispo Montúfar.

Estudios académicos, como el gran análisis e investigación de Jeanette Peterson, sugieren que Cipac intencionalmente incorporó elementos étnicos en la imagen como la piel morena de la Virgen, su cabello negro y su postura, que evocan a la diosa azteca Tonantzin, diosa madre venerada originalmente en el mismo Carro del Tepeyac. Estos rasgos no solo verifican una autoría indígena, sino que también explican cómo la imagen sirvió como herramienta para el adoctrinamiento, adaptando el catolicismo a las creencias locales.

Otras fuentes adicionales corroboran esta tesis. En el contexto de la colonización española tras la caída de Tenochtitlán en 1521, la imagen de Guadalupe emergió como un instrumento de conversión. Portales educativos como Smarthistory y Khan Academy señalan que varios expertos atribuyen la obra directamente a Cipac, realizada en siglo XVI, y la describen como un producto de la cultura virreinal, inspirado en grabados marianos europeos, libros ilustrados y murales monásticos.

La tela de la tilma, que no es un ayate, está hecha de una mezcla de cáñamo y lino, no de fibras de agave como se cuenta, y los pigmentos utilizados, aunque duraderos, se alinean perfectamente con técnicas pictóricas del siglo XVI, no con un origen sobrenatural. Recordemos que existen obras pictóricas mucho más antiguas, pertenecientes al Arte Bizantino y al Gótico Temprano, que siguen existiendo en nuestros días.

Por supuesto, la Iglesia Católica mantiene la posición oficial de que la imagen es un “milagro divino”, impreso en un ayate sin intervención humana, como se señala en documentos vaticanos y en la tradición guadalupana. Recordemos que esta veneración le ha generado enormes ganancias económicas durante varios siglos, por eso la importancia de este símbolo en Latinoamérica.

A pesar de los “estudios científicos”, que “no encontraron explicación para su preservación”, pero tampoco descartaron su muy posible origen humano. Sin embargo, estos argumentos no invalidan los testimonios históricos desde 1556, que preceden a la consolidación de la leyenda milagrosa. Críticos escépticos, como los del Skeptical Inquirer, ven la imagen como una pintura del siglo XVI, posiblemente creada para fomentar la devoción en una población indígena recién convertida.

Sobre el mito de Juan Diego... Joaquín García Icazbalceta, historiador del siglo XIX, negó la historia de la aparición e indicó en un informe al arzobispo Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos, en 1883, que nunca existió tal persona llamada Juan Diego Cuauhtlatoatzin, algo que en su momento también confirmó el propio Guillermo Schulenburg, antiguo abad de la Basílica de Guadalupe, y también negado por Stafford Poole, sacerdote, historiador e investigador estadounidense especializado en el tema guadalupano. Pero Juan Pablo II lo hizo "santo", faltando a su mandamiento de no levantar falso testimonio.

Por si fuese poco, siendo honestos, la Virgen de Guadalupe del Tepeyac sería una versión pictórica tropicalizada de la antigua figura de la Virgen de Guadalupe de Extremadura, España, de hecho, la palabra "Guadalupe" en realidad proviene del árabe "Wādi al-Lubb", que significa “río de lobos” o "río oculto".

Reconocer a Marcos Cipac de Aquino como el pintor de la Virgen de Guadalupe no resta valor a su impacto espiritual; al contrario, enaltece el ingenio indígena en una era de oscuridad y opresión colonial. Esta perspectiva invita a una fe más inclusiva, donde el “milagro” reside en la resiliencia cultural y no en la negación de la historia.

En un México moderno, donde la identidad se teje entre lo prehispánico y lo cristiano, es tiempo de honrar a Cipac como el artista que dio forma a un ícono eterno. La verdad histórica, lejos de erosionar la devoción, la enriquece con capas de humanidad.

La imagen de la Virgen de Guadalupe, venerada por millones, ha sido tradicionalmente envuelta en el manto del milagro. Sin embargo, la historia, a través de sus documentos y análisis, ofrece una perspectiva fascinante y sólida que apunta a un talentoso artista indígena del siglo XVI como su verdadero autor: Marcos Cipac de Aquino.

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26 noviembre 2025

Decir lo que se tiene que saber



El periodismo, en su esencia más pura, no es un ejercicio de complacencia. En una era definida por la polarización y la gratificación instantánea, se confunde a menudo al periodista con el influencer, al crítico con el opinólogo, y a los datos duros con una opinión. Es crucial, por ello, recordar la función radical y estrictamente progresista de esta profesión.

De hecho, hacer periodismo para muchos, es casi por definición, un acto de incomodar, pues el periodista es el que dice lo que se tiene que saber. Por ello, el periodista genuino debe ser, ante todo, un faro de información esencial. No tiene que ser un “sabelotodo”, pero mucho menos un ignorante en materia de cultura general o ciencias naturales.

El periodista no se hace con un título o diploma, se hace con su “talacha”, con su trabajo, con su trayectoria. Su deber primordial no es susurrar a un público cautivo lo que desean escuchar, ni hacer eco de los himnos del líder político o religioso de turno. Repito para que quede bien claro, su misión ante todo, es decir lo que se tiene que saber, incluso si esa revelación resulta punzante, molesta o profundamente inconveniente.

Un periodista real es intrínsecamente progresista porque sus bases de pensamiento deben estar fundadas en el pensamiento crítico y en la evidencia. Esto implica una obligación ineludible: Ser un promotor de la ciencia, la cultura y de la razón.

El verdadero periodista no flirtea con la charlatanería. No da tribuna imparcial a la pseudociencia, sino que la cuestiona, la expone y, si es posible, la refuta con datos duros. Su trinchera no es la de la creencia, sino la del conocimiento verificado. En la balanza de la verdad, el periodista no puede sopesar la opinión de un científico o un especialista contra la de un charlatán antivacunas, un anti-cambio climático, o un fascista anti-derechos humanos, como si fuesen equivalentes; tiene el deber ético de señalar cuál camino conduce a la luz y cuál a la oscuridad. Como dicen, si uno dice que llueve, su obligación es abrir la ventana y verificarlo.

El periodismo real no debe dar lugar al conservadurismo dogmático, la tiranía o el fascismo. De hecho, es su antítesis. Es el instrumento civil que señala lo incorrecto cuando el poder se desboca. Enaltecer lo virtuoso, lo valeroso y lo justo es inseparable de la tarea de desenmascarar al tirano, al demagogo y al corrupto. Por eso los verdaderos periodistas, a lo largo de la historia, han sido hostigados por los más corruptos: Líderes políticos, empresarios, líderes religiosos y charlatanes.

Ser periodista es abrazar una postura ética y política, no partidista. La postura de la libertad, la justicia y la democracia razonada. Quien se alinea con las dictaduras, el fanatismo religioso o los dogmas inamovibles, ha abdicado de su rol de vigilante de la voz del pueblo. Ha cambiado su pluma por un cetro podrido o por un fajo de billetes.

La diferencia fundamental radica en el propósito. Quien solo repite mensajes agradables, quien evita la crítica para mantener el rating o los patrocinios, quien intercambia la verdad por vistas y popularidad, no es un periodista. Es, simplemente, un mercader de la palabra; ahora les dicen influencers.

El influencer se vende por lo que es popular; el periodista ofrece lo que es vital. El mercader busca el aplauso; el periodista debe estar preparado para dar el discurso incómodo y, peor aún, para la represalia. Hay quienes lloran por ser agredidos al grabar un hecho público, pues esa es la diferencia, el periodista ya lleva en mente la idea de que puede ser agredido por hacer eso, y está dispuesto a luchar para hacerlo público.

En última instancia, la única lealtad innegociable del periodista es con la cruda realidad y con la ciudadanía que tiene el derecho a conocerla. Aceptar menos que esto es traicionar el oficio. La incomodidad que provoca el periodismo es la señal más clara de que la sociedad está siendo obligada a pensar y, por lo tanto, a progresar.

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23 noviembre 2025

La invasión rusa a Ucrania: Un genocidio en curso



En febrero de 2022, el mundo presenció el inicio de una agresión brutal, la invasión a gran escala de Rusia contra Ucrania, un acto que ha escalado hasta convertirse en una de las crisis humanitarias más graves del siglo XXI. Más allá de una mera guerra territorial, las acciones de Moscú revelan un patrón sistemático de destrucción que encaja en la definición legal de genocidio según la Convención de las Naciones Unidas de 1948.

Esta Convención define el genocidio como actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, incluyendo asesinatos, daños graves, condiciones que lleven a la destrucción física, medidas para impedir nacimientos o traslados forzados de niños. Basado en evidencia acumulada por organismos internacionales, expertos y testimonios, es imperativo reconocer que la invasión rusa no es solo una violación de la soberanía ucraniana, sino un genocidio deliberado contra el pueblo ucraniano.

Los hechos hablan por sí solos. Desde el comienzo de la invasión, se han documentado miles de crímenes de guerra que apuntan a un intento de erradicar la identidad ucraniana. En Bucha, por ejemplo, se descubrieron fosas comunes con cientos de civiles masacrados, muchos con signos de tortura y violaciones. Estos no son incidentes aislados.

Informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch describen un patrón de ejecuciones extrajudiciales, violaciones sexuales y saqueos en zonas ocupadas, diseñados para aterrorizar y desplazar a la población. El asedio a Mariupol, donde Rusia bombardeó hospitales, teatros y refugios civiles, dejando a la ciudad en ruinas y causando miles de muertes por hambre, frío y bombardeos, ilustra condiciones impuestas para provocar la destrucción física del grupo ucraniano. Según estimaciones de la ONU, al menos 14,000 civiles han muerto desde 2022, con cifras que podrían ser mucho más altas debido a la subestimación en áreas ocupadas.

Uno de los elementos más alarmantes es el traslado forzado de niños ucranianos a Rusia, un acto explícitamente genocida bajo el artículo II de la Convención. Según varias fuentes, más de 307,000 niños han sido deportados, muchos separados de sus familias y sometidos a programas de "reeducación" para borrar su identidad ucraniana y asimilarlos como rusos.

Debido a esto, la Corte Penal Internacional emitió órdenes de arresto contra Vladimir Putin por estos crímenes de guerra. El Consejo de Europa, en abril de 2023, clasificó estos traslados como genocidio en una resolución aprobada por abrumadora mayoría. La aparente intención genocida se evidencia en la retórica oficial rusa. Putin ha negado repetidamente la existencia de Ucrania como nación independiente, describiéndola como un invento histórico y a los ucranianos como "no humanos".

En un mensaje de 2021, afirmó que rusos y ucranianos son "un solo pueblo", justificando la anexión. Tras la invasión, un artículo en la agencia estatal RIA Novosti titulado "Qué debería hacer Rusia con Ucrania" abogaba por la eliminación de la élite ucraniana, la supresión de su idioma y cultura, y el envío de millones a campos de trabajo forzado, calificándolo como un "manual de genocidio" por expertos. La propaganda rusa retrata a los ucranianos como "nazis" que deben ser exterminados. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU ha expresado preocupación por esta retórica como incitación al genocidio.

El Parlamento ucraniano declaró el genocidio en abril de 2022, citando atrocidades masivas y esfuerzos para destruir la nación ucraniana. Países como Polonia, Letonia, Lituania, Canadá, Chequia, Irlanda y Estonia han aprobado resoluciones similares. En EUA, el presidente Joe Biden lo llamó genocidio en abril de 2022, y el Congreso ha introducido resoluciones bipartidistas para condenar las acciones rusas como tales.

Expertos como Timothy Snyder, historiador del Holocausto, argumentan que la invasión cumple con los cinco tipos de crímenes genocidas, desde asesinatos hasta la negación de la identidad nacional. El Instituto New Lines y el Centro Raoul Wallenberg concluyeron en informes de 2022 y 2023 que hay bases razonables para inferir una intención genocida, basados en patrones de atrocidades y escalada de violaciones a los derechos humanos. Genocide Watch ha emitido alertas de emergencia, identificando etapas de genocidio como deshumanización, persecución y exterminio.

A pesar de esta evidencia abrumadora, la respuesta internacional ha sido inconsistente. La Corte Internacional de Justicia avanza en un caso iniciado por Ucrania, pero Rusia niega las acusaciones y contraataca con alegatos infundados de genocidio ucraniano en Donbás. La CPI investiga crímenes de guerra y genocidio desde 2013, pero la ejecución de órdenes de arresto depende de la cooperación global. Esta reticencia a etiquetar formalmente el genocidio permite a Rusia continuar su agresión impunemente, con millones desplazados y una nación al borde de la aniquilación cultural.

Es hora de que la comunidad internacional actúe con decisión. Reconocer la invasión rusa como genocidio no es solo una cuestión semántica; implica obligaciones legales para prevenir y castigar, como sanciones más estrictas, incluso un apoyo militar defensivo a Ucrania y procesos judiciales contra los responsables. Ignorarlo equivale a complicidad histórica. Ucrania no lucha solo por su supervivencia, sino por los principios que protegen a todas las naciones de la barbarie. El mundo debe llamar a las cosas por su nombre. Esto es un genocidio, y debe terminar ahora.

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16 noviembre 2025

El grito global de la Generación Z


La auténtica Generación Z, los nacidos a principios del siglo XXI, no es una simple extensión de las anteriores, es una fuerza transformadora con una identidad política y social distintiva, tejida en la propia tela del globalismo digital y la conciencia ecológica.

Lejos de la apatía que a menudo se les atribuye, están profundamente involucrados, pero su arena de acción y sus valores han redefinido el compromiso. Para la “Gen Z”, la idea de fronteras se diluye ante la realidad de crisis que no conocen pasaportes. Por eso apoyan causas de defensa y rescate a favor de Palestina y Ucrania. Son intrínsecamente globalistas.

El cambio climático, la inequidad económica y la amenaza a la democracia son problemas interconectados que exigen una solución global. Su educación en línea, consumiendo noticias y cultura de todos los rincones del planeta, les ha otorgado una perspectiva integral donde la aldea global es la única realidad.

Esta visión global se fusiona con un ecologismo urgente e innegociable. No ven la sustentabilidad como una opción de estilo de vida, sino como una imperativa de supervivencia. Han crecido viendo los efectos tangibles del cambio climático y la contaminación industrial, lo que impulsa su activismo y su escepticismo hacia las estructuras económicas y políticas heredadas que priorizaron la ganancia a corto plazo sobre la salud del planeta. Heredarán un mundo en crisis, y lo saben. Por eso, su activismo no es un pasatiempo; es una auténtica misión de rescate.

La Generación Z se erige como un frente anti-conservador por excelencia. La diversidad no es un concepto que tengan que “tolerar”, sino una realidad que celebran y exigen que se refleje en la sociedad y en todas las instituciones. Ellos no se ponen de rodillas ante nada, por eso chocan con tiranos y dictadores, ellos quieren un auténtico desarrollo personal para todos.  

Esto se traduce en un firme apoyo a las causas que sus generaciones anteriores aún debaten con fervor, como el apoyo incondicional a la libertad de abortar de las mujeres, que es visto como una extensión básica de la autonomía corporal y un derecho humano fundamental, no como un debate moral polarizado.

También apoyan el matrimonio igualitario y la protección de las identidades de género diversas son pilares de su visión de la justicia social. No hay cabida para la discriminación basada en la orientación o identidad.

Por si fuese poco, están a favor de la autonomía al final de la vida. La eutanasia y el derecho a una muerte digna son parte de su defensa de la libertad individual absoluta, y el total control personal sobre la propia existencia.

Esta postura progresista se cristaliza en un rechazo total al fascismo y a cualquier forma de autoritarismo, chocan con las ideologías de la ultraderecha contrarias a un humanismo puro y duro. No son nacionalistas, todo lo contrario, ellos son globales.

Habiendo atestiguado el resurgimiento de la derecha radical en múltiples democracias occidentales, entienden que el avance de los derechos humanos requiere una defensa activa contra las ideologías y dogmas que buscan limitar las libertades. Su activismo, a menudo canalizado a través de las redes sociales y luego llevado a la calle, es una declaración de guerra cultural contra el odio y la intolerancia.

La Generación Z es la primera en madurar en un entorno donde la información y el activismo son instantáneos y virales. Esta conectividad les permite forjar alianzas transnacionales y movilizarse a una velocidad sin precedentes. No están esperando pacientemente a que se les entregue el bastón de mando; están tomando la iniciativa, obligando las conversaciones, desmantelando y cuestionando profundamente, los sistemas que consideran obsoletos e injustos.

El mundo que heredarán está marcado por la inestabilidad climática, la desigualdad rampante y las amenazas a la “democracia imperialista”. Ellos lo saben, y por eso su compromiso con el globalismo, el ecologismo y los derechos humanos no es teórico, es la estrategia de supervivencia para un futuro que ya están viviendo. La Gen Z no solo sueña con un mundo mejor; está activamente comprometido a construirlo desde ahora.

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13 noviembre 2025

El ascenso del ateísmo: Un cambio global


En un mundo donde la fe religiosa ha dominado durante milenios, un fenómeno sutil pero persistente está transformando el panorama espiritual: El aumento de los no creyentes. Aunque las “cifras oficiales” hablan de apenas un 19% de la población mundial, algunos analistas sugieren que en realidad esta población podría ser de hasta el 40% de la humanidad, pero ocultándose por miedo a represalias en naciones cristianas e islámicas.

Según algunas encuestas globales hay un crecimiento muy notable en Occidente de los no creyentes. Esto es un signo de madurez intelectual que merece ser abrazado sin prejuicios. Países antiguamente conservadores como China, Japón, República Checa, Albania, Estonia, Suecia, Holanda, Francia, España, Italia y México, ahora los no creyentes son una muy notable parte de la sociedad, y en varios países ya son la mayoría.

Los números hablan de un cambio innegable, aunque no tan drástico como las estimaciones más optimistas. De acuerdo con el Pew Research Center, en 2010, los "no afiliados", que incluyen ateos, agnósticos y aquellos sin religión específica, constituían aproximadamente el 16% de la población global, o unos 1,100 millones de personas. Para 2050, se proyecta que este grupo crezca en a más de 1,200 millones. En regiones como Asia-Pacífico, donde reside el 76% de los ateos y no religiosos globales, el fenómeno es más pronunciado.

En Occidente, el ascenso es más evidente y acelerado. Países como En Estados Unidos, por ejemplo, los ateos, agnósticos y no afiliados han pasado del 22% en 2008 al 36% en 2021. En el Reino Unido, un estudio reciente indica que los ateos superan a los teístas por primera vez, representando más del 50% de la población. Europa Occidental y Norteamérica muestran descensos en la religiosidad, con países como Suecia (hasta 85% de ateos/agnósticos en algunas estimaciones) y Japón (65%) liderando. Este crecimiento se atribuye a factores como el acceso a la educación, el avance científico y la exposición a perspectivas diversas, que diluyen el dominio de visiones religiosas tradicionales.  

Como dato curioso, la “Generación Z”, muestra una evidente aceptación al ateísmo, pero con un aumento en lo "espiritual pero no religioso". La ideología progresista y de mente abierta predominante en este movimiento, ha brindado un panorama más amigable al pensamiento no religioso.  

En muchos países, el ateísmo conlleva estigma social, discriminación e incluso peligro mortal. En naciones islámicas como Afganistán, Irán, Maldivas, Mauritania, Pakistán, Arabia Saudita y Sudán, expresar ateísmo o apostasía puede resultar en la pena de muerte.

Más de 70 países criminalizan la blasfemia, que a menudo incluye el ateísmo, con castigos que van desde multas hasta ejecuciones. En Arabia Saudita, los ateos son etiquetados como "terroristas" por decreto real. Incluso en contextos cristianos, como en partes conservadoras de África, América Latina o el sur de Estados Unidos, los ateos enfrentan ostracismo familiar, acoso laboral y prejuicios que los ven como "herejes" o “blasfemos”. Incluso en países como España y México, existen grupos religiosos de odio que se dedican a atacar y hostigar las expresiones públicas o en redes de laicismo y ateísmo.  

Un estudio global revela que el sesgo contra ateos es más fuerte en países religiosos como Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos e India, donde se les percibe como “no confiables”. Esto lleva a que muchos ateos se oculten, respondiendo encuestas con respuestas ambiguas o participando en prácticas religiosas por presión social.

La idea de que los no creyentes podrían ser el 40% de la población mundial (mencionada en debates informales y redes sociales) podría ser más una oculta realidad que un mito. El subregistro en entornos represivos sugiere que la cifra real de no creyentes podría ser mucho mayor de lo reportado de forma oficial. En Túnez, por ejemplo, ateos enfrentan prisión por publicaciones en redes sociales, y en Líbano, figuras públicas los ridiculizan abiertamente. Esta ocultación no solo distorsiona las estadísticas, sino que perpetúa un ciclo de aislamiento y ansiedad mental para los no creyentes.

Desde una perspectiva humanista, este claro ascenso del ateísmo no es una amenaza, sino un testimonio de progreso humano. Representa la liberación de dogmas impuestos, fomentando sociedades basadas en razón, ética secular y derechos universales. Países con altos niveles de ateísmo, como Chequia, Suecia o Nueva Zelanda, destacan en índices de felicidad, igualdad y baja criminalidad, desmintiendo el mito de que la moral depende de la religión. Sin embargo, el miedo en naciones cristianas e islámicas revela una hipocresía; pues religiones que predican amor y tolerancia a menudo responden con evidente hostilidad. Es hora de que el mundo promueva la libertad de creencia, o no creencia, como un pilar de la democracia. Solo entonces, los ateos podrán salir de las sombras, enriqueciendo el diálogo global con perspectivas racionales y humanistas.

En última instancia, el ateísmo no es el fin de la espiritualidad, sino su evolución. Mientras el mundo se seculariza, recordemos que la verdadera fe, ya sea en un dios o en la humanidad, florece en la libertad, no bajo las cadenas del odio y del temor.

Si tienes que defender a tu dios con odio y mentiras, significa que en realidad no es un dios, es una mentira.

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09 noviembre 2025

El Budo para el mundo moderno



En la vorágine del siglo XXI, donde la inmediatez y el individualismo parecen ser las brújulas que guían la vida, la búsqueda de un propósito y de una ética sólida se torna una tarea cada vez más urgente.

En este escenario, debemos de cuestionar los dogmas y las narrativas dominantes para encontrar sabiduría en otras fuentes más firmes. Una de ellas, es la filosofía del Budo, el "camino marcial" nacida en Japón, que lejos de ser un mero conjunto de técnicas de combate, se revela como un manual de vida para forjar individuos íntegros y, por ende, una sociedad más sana.

Para algunos el Budo tiene esa imagen de samuráis, ninjas y disciplinas místicas, que podría parecer una reliquia de un pasado feudal, irrelevante para nuestros tiempos. Sin embargo, sus principios fundamentales son precisamente los antídotos que necesitamos para contrarrestar muchos de los males de nuestros tiempos.

El Budo nos enseña que el verdadero adversario no está fuera, sino dentro de nosotros mismos. La lucha no es contra un oponente físico, sino contra nuestros propios miedos, nuestros defectos, inseguridades y debilidades.

En un mundo donde la gratificación instantánea y la evasión del dolor son la norma, el Budo nos recuerda que el crecimiento personal se logra a través de la disciplina del esfuerzo sostenido, de la superación de obstáculos y de la confrontación honesta con nuestras propias limitaciones. Al dominar nuestros defectos, ganamos el poder para actuar con más libertad y sabiduría.

La práctica del Budo nos sumerge en un camino de respeto mutuo. Desde el saludo inicial hasta el final de una reunión, o entrenamiento, cada gesto está impregnado de una profunda consideración por el otro. En un mundo donde la cortesía se ha vuelto un lujo y la empatía una rareza, el Budo nos obliga a reconocer la humanidad en nuestros compañeros, no verlos como rivales, sino como socios en un camino de aprendizaje mutuo. Este respeto, cultivado en muchos Dojos, se extiende naturalmente a la vida cotidiana, fomentando relaciones más sanas y una convivencia más armoniosa.

Además, el Budo nos enseña el valor de la humildad. No importa que tan “avanzado” sea uno, siempre hay algo nuevo que aprender. La arrogancia y el ego son los principales obstáculos en el camino del perfeccionamiento. Al aceptar que siempre seremos estudiantes, el Budo nos abre a la posibilidad de un crecimiento continuo, nos libera de la “necesidad de tener la razón”, y nos hace más receptivos a las ideas de los demás. Esta humildad es un pilar fundamental para la construcción de una sociedad plural y dialogante.

Finalmente, nos inculca la perseverancia, el arte de levantarse una y otra vez después de cada caída. En un mundo que a menudo nos presiona a rendirnos, a buscar el camino fácil, el Budo nos recuerda que la verdadera fuerza no reside en no caer, sino en la capacidad de seguir adelante a pesar de las adversidades. Esta resistencia es vital para enfrentar los desafíos de la vida moderna, ya sean profesionales, personales o sociales.

La filosofía del Budo, vista a través de la lente del pensamiento crítico, no es un mero pasatiempo o un conjunto de técnicas de lucha. Es un sistema ético y moral que nos ofrece herramientas concretas para ser mejores personas. Al cultivar el respeto, la disciplina, la humildad y la perseverancia, no solo mejoramos nuestras propias vidas, sino que también contribuimos a la construcción de una sociedad más justa, empática y capaz de adaptarse y recuperarse frente a la adversidad.

El “camino del samurái”, lejos de ser un eco del pasado, puede ser la senda que nos guíe hacia un futuro más prometedor.

PD: Ponte a entrenar.

¡Oss!

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08 noviembre 2025

El Congreso es templo de la Ley, no es para la fe



Un recinto legislativo, como la Cámara de Diputados o en el Senado de la República, que conforman el Congreso de la Unión, son el corazón de la soberanía popular, es el espacio donde se debaten, negocian y aprueban las leyes que rigen la vida de toda la nación mexicana.

Por su intrínseca naturaleza, el Congreso es un lugar para el diálogo lógico y racional, la argumentación jurídica y el consenso político. No debe ser insultado utilizando la tribuna para el proselitismo o la predicación religiosa. A los legisladores se les paga para legislar, no para predicar.

La historia de México se cimienta en una lucha constante por la separación entre el Estado y la iglesia. Este principio de laicidad, consagrado en nuestra Constitución, no es un ataque a la fe personal, sino el garante fundamental de la pluralidad y la igualdad. La laicidad asegura que las leyes se basen en el interés general, la evidencia social y el bien común, y no en “dogmas de fe” que solo representan a una parte de la población.

Cuando un legislador utiliza su posición o la tribuna para citar pasajes bíblicos como “argumento legal”, o para invocar a una deidad en el ejercicio de su función pública, cruza una peligrosa línea roja. Esta acción no solo es una falta de respeto al orden constitucional, sino que implica un peligroso intento de imponer una “moral” sesgada y tendenciosa a un colectivo diverso.

El Congreso es para Legislar, el trabajo de un representante es crear marcos jurídicos, aprobar presupuestos, fiscalizar al Ejecutivo y representar a sus electores. Estas tareas exigen rigor técnico, conocimiento de la realidad social y compromiso con la justicia terrenal.

La religión es del ámbito privado, la fe es un derecho humano inalienable y una fuente de consuelo y “guía moral” para millones de mexicanos, aunque su ética sea dudosa. Su lugar legítimo y natural está en el hogar, en la conciencia individual y en los templos. Es allí donde su práctica y difusión son libres y respetadas.

México es un mosaico de creencias, y también de personas sin ninguna afiliación religiosa. Permitir que la religión impregne el debate legislativo socava el principio de inclusión y pone en desventaja a aquellos que no comparten la fe dominante. Las decisiones de Estado, como el matrimonio, la salud pública o la educación, deben ser seculares para ser verdaderamente universales.

La obligación de nuestros senadores y diputados muy grande, no solo deben cumplir con la ley, sino también ser ejemplo de su respeto. La laicidad no es una opción; es un mandato constitucional y una premisa democrática innegociable. Y si a eso vamos, recordemos que la religión no es democracia, es imposición. Seamos honestos y francos, la libertad religiosa y de expresión tienen límites, y se tienen que limitar en ese sitio, pues no es lugar para eso.  

El mensaje debe ser claro y contundente, los legisladores son representantes del pueblo, no pastores ni sacerdotes. Dejemos que la ley hable con la voz de la razón; y que la fe “ilumine”, si así lo deciden, la vida privada de cada ciudadano, fuera del Congreso de la Unión. El futuro de la legislación mexicana depende de que mantengamos, inquebrantable, esta fundamental separación.

Nadie tiene porque respetar tus creencias si haces mal uso de ellas.

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21 octubre 2025

Goju Ryu Karate Do: Mucho más que un Arte Marcial


En un mundo cada vez más acelerado y estresante, la búsqueda de actividades que promuevan el bienestar integral se ha convertido en una prioridad. El Goju Ryu Karate Do, un arte marcial de origen okinawense, se presenta como una opción excepcional, ofreciendo una combinación de beneficios físicos, mentales y prácticos que van mucho más allá del simple aprendizaje de técnicas de combate.

La práctica regular del Goju Ryu es un ejercicio completo que fortalece el cuerpo y agudiza la mente. Físicamente, los practicantes, de cualquier edad, experimentan una mejora significativa en la resistencia cardiovascular, la flexibilidad, el equilibrio y la coordinación de movimientos.

En las katas, que son secuencias de movimientos en combate, se trabaja la fuerza muscular de manera integral, desde las piernas hasta el tronco y los brazos. Además, los ejercicios de respiración controlada, un pilar fundamental del Goju Ryu, contribuyen a una mayor capacidad pulmonar y a un manejo efectivo del estrés.

Pero los beneficios no se detienen en lo físico. A nivel mental, el Goju Ryu fomenta la disciplina, la concentración y la perseverancia. La repetición de técnicas y la memorización de las katas requieren de un enfoque mental que ayuda a calmar la mente y a desarrollar una mayor claridad de pensamiento.

Además uno aprende la importancia del respeto por el Dojo, los compañeros y los maestros, se inculca valores como la humildad y el autocontrol, fundamentales para una convivencia armónica. A través del entrenamiento constante los practicantes cultivan la autoconfianza y al mismo tiempo su entereza mental.

El Goju Ryu no solo es una disciplina para el desarrollo personal, sino también un sistema de combate altamente efectivo. Su filosofía, "Goju" (duro y suave), se refleja en la aplicación de sus técnicas. Los practicantes aprenden a combinar la fuerza de los golpes directos, con patadas y bloqueos circulares, desarrollando su fluidez y el control de sus técnicas.

Esta versatilidad lo convierte en una excelente opción para el combate deportivo, ya sea en modalidades por puntos, donde la precisión y la velocidad son clave, o incluso en encuentros de full contact, donde la resistencia y la contundencia son determinantes.

Sin embargo, algo que caracteriza al Goju Ryu es su aplicación para la defensa personal. Por eso algunos lo conocen como el “karate rudo”. Sus técnicas de combate a corta distancia, con golpes cortos, luxaciones y proyecciones, están diseñadas para ser prácticas y eficientes en situaciones reales. A diferencia de otros estilos más espectaculares, el Goju Ryu enfatiza la economía de movimientos y la respuesta rápida ante una agresión.

El entrenamiento constante de la aplicación de las katas, el bunkai, enseña a los practicantes a reaccionar de forma instintiva y controlada, utilizando la fuerza del atacante en su contra. El objetivo no es precisamente lastimar, sino neutralizar la amenaza para poder escapar de forma segura.

En definitiva, el Goju Ryu Karate Do es mucho más que una simple disciplina física; es un camino de crecimiento personal que fortalece el cuerpo, agudiza la mente y proporciona herramientas valiosas para la vida.

Ya sea que se busque mejorar la salud, encontrar un escape del estrés diario, o adquirir habilidades de autodefensa, este legendario arte marcial ofrece una senda de superación y bienestar para personas de todas las edades y condiciones. La combinación de tradición, disciplina y practicidad lo convierte en una inversión invaluable en uno mismo.

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15 octubre 2025

La doble moral pro-vida

 


Si eres pro-vida, peo estas a favor de las armas de fuego, a favor de las corridas de toros, a favor de la caza de animales, y a favor de la pena de muerte, en realidad es que tienes doble moral.

¿Puede una persona ser verdaderamente pro-vida si su ética no abarca una resistencia consistente a la violencia y la muerte, incluso cuando no son directamente humanas? La respuesta es no.

El debate sobre el valor de la vida es uno de los más fundamentales y complejos de nuestra sociedad. Para quienes se auto-nombran como “pro-vida”, la postura central es la defensa de la vida humana “desde la concepción”, aunque hoy se sabe que eso de desde la concepción no es más es un falso mito. Sin embargo, cuando esta convicción se yuxtapone con el apoyo a ciertas políticas y prácticas “divertidas” violentas y letales, surge una duda razonable: ¿Los “pro-vida” apoyan la muerte de otros? 

Analicemos el panorama. Un individuo puede “argumentar” fervorosamente por la protección del feto, pero al mismo tiempo ser un defensor acérrimo de la portación irrestricta de armas de fuego. El apoyo a la proliferación de instrumentos diseñados fundamentalmente para matar contradice la premisa de que toda vida es sagrada. Las armas, por su naturaleza funcional, incrementan el riesgo de homicidios, accidentes fatales y suicidios, sembrando la muerte en el tejido social. La defensa de la vida, parecería, debería incluir la militancia contra aquello que facilita su fin violento.

La contradicción se agudiza al examinar el apoyo a la pena de muerte. Si la postura pro-vida se basa en el principio innegociable de que el Estado no tiene derecho a quitar una vida, esta debe aplicarse a todos, sin excepción, incluso a aquellos condenados por crímenes atroces. La vida no puede ser "sagrada" al inicio de su existencia y "prescindible" al final por una decisión judicial.

Pero la incoherencia no se detiene en lo humano. El “pro-vida” que simultáneamente apoya prácticas como la caza deportiva o las corridas de toros extiende su inconsistencia al reino animal. Si bien la defensa de la vida en el movimiento pro-vida se enfoca primariamente en lo humano, la justificación de infligir dolor y muerte por entretenimiento o “deporte” en las corridas de toros, o por simple ocio, como en la caza, socava la sensibilidad ética que se espera de alguien que pone el valor de la vida en el centro de su filosofía.

Se establece una “jerarquía” de valor donde el sufrimiento de un ser vivo, en este caso un animal que es trivializado, lo cual desdibuja la supuesta sensibilidad ante el acto de matar. Su defensa irracional de los fetos se derrumba.

La respuesta común de ellos es que la “vida humana” posee una dignidad y un valor intrínseco superior, distinto al animal. Desde esta perspectiva, sus posturas son inconsistentes, pues defienden la “vida humana” en el vientre materno, pero se aceptan la muerte de animales o de personas adultas por consideraciones prácticas, divertidas o punitivas.

Reducen la bandera pro-vida a una preocupación singular y específica, despojándola de la ética más amplia que debería implicar. Una ética verdaderamente “pro-vida” no debería ser selectiva; debería manifestar una resistencia profunda y consistente contra la violencia y la muerte evitable en todas sus formas.

Cuando un individuo se define como pro-vida mientras abraza políticas y prácticas que promueven la matanza, como los pro-armas y los pro-pena de muerte, y que celebran la crueldad y el sufrimiento animal, con la caza y la tauromaquia, lo que realmente revela es una moral a la carta. La "vida" que defienden no es la vida en un sentido integral, sino una etapa específica y un tipo de “vida” que encaja en su marco ideológico.

Una ética coherente exige que la defensa de la vida sea una filosofía unificadora, un compromiso que se oponga a las formas de matar, sea en el quirófano, en la calle con un arma, en el ruedo, o en la cámara de ejecución. De lo contrario, el lema “pro-vida” se convierte en un simple eslogan político, teñido de una innegable doble moral. Por todo eso, sabemos que la ideología pro-vida sólo es una patraña (Invención urdida con propósito de engañar).

Ahí se las dejo de tarea.

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10 octubre 2025

La realidad del 3I/ATLAS

El reconocido divulgador científico Pablo Lonie Pacheco, de la Sociedad Astronómica de Monterrey, impartió una interesante conferencia sobre la más reciente información sobre el cometa interestelar 3I/ATLAS que se tiene hasta este momento, descubriendo todos los aparentes secretos y misterios que le rodean. El divulgador científico hablo en exclusiva con nosotros.

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