27 marzo 2024

Terapias de Conversión: Un atentado a los derechos de los hijos

 


En la sociedad moderna la lucha por los derechos humanos y la dignidad individual ha alcanzado una gran importancia. Sin embargo, existen áreas en las que estas luchas siguen siendo coartadas, especialmente en el contexto de las creencias religiosas y/o supersticiosas; especialmente en relación con la orientación sexual y la identidad de género.

 

Uno de los temas más preocupantes donde estas creencias persisten es en la peligrosa práctica conocida como “terapia de conversión”, una práctica arcaica y peligrosa que busca cambiar la orientación sexual o la identidad de género de una persona. Es crucial reconocer que las creencias religiosas de los padres, aunque arraigadas en ideologías antiguas, no pueden superar los derechos, libertades y dignidad de sus hijos. La imposición de estas creencias a través de la terapia de conversión es una violación flagrante de los derechos humanos fundamentales, y en toda medida merece ser tratada como un crimen.

 

La terapia de conversión se basa en la idea falsa y totalmente desacreditada de que la orientación sexual o la identidad de género pueden y deben cambiarse, según ciertos cánones ideológicos. Esta práctica, que puede incluir terapia de aversión, asesoramiento religioso o técnicas de "reparación", no solo carece de base científica, sino que también puede tener consecuencias psicológicas devastadoras para aquellos que son sometidos a ella.

 

Los niños y adolescentes son especialmente vulnerables a los daños causados por la terapia de conversión. En una etapa de desarrollo crucial, son forzados a reprimir su verdadero ser y a negar aspectos fundamentales de su identidad. Esto no solo puede conducir a problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y suicidio, sino que también puede afectar negativamente su autoestima y su capacidad para formar relaciones saludables en el futuro.

 

Debemos de saber, a ciencia cierta, que la disforia de género no es ninguna enfermedad. Si un individuo experimenta o muestra alguna presunta incongruencia de género o disconformidad con su género, esto en sí mismo no se considera un trastorno. Se considera una variante normal en la identidad y la expresión de género humana. La ciencia así lo ha confirmado.

 

Pero a pesar de los crecientes movimientos en todo el mundo para prohibir la terapia de conversión, sigue siendo practicada en muchas partes, a menudo respaldada por creencias netamente supersticiosas arraigadas en la sociedad. Los padres que obligan a sus hijos a someterse a esta práctica están participando en un acto de abuso emocional y físico, ignorando por completo los derechos inherentes de sus hijos a la autonomía y la autodeterminación.

 

Es fundamental que las autoridades gubernamentales tomen medidas firmes para proteger a los niños y adolescentes de las terapias de conversión. Esto implica la implementación de leyes que prohíban específicamente esta práctica, así como la educación pública sobre los peligros y la falta de validez científica de la terapia de conversión. Además, es necesario proporcionar apoyo y recursos adecuados a aquellos que han sido víctimas de esta práctica dañina.

 

Seamos honestos, la participación en la terapia de conversión debería ser tratada como un crimen, y aquellos que perpetúan esta violación de los derechos humanos deberían ser llevados ante la justicia. Afortunadamente la Cámara de Diputados de México acaba de aprobar el dictamen que reforma diversos ordenamientos para sancionar y penalizar las prácticas que pretenden corregir la orientación sexual de las personas.

 

Es imperativo que la sociedad reconozca que las creencias religiosas o supersticiosas no pueden justificar la imposición de sufrimiento a los niños y adolescentes. La protección de los derechos, libertades y dignidad de los hijos debe ser una prioridad inquebrantable, y cualquier forma de terapia de conversión que amenace estos principios debe ser extirpada de nuestra sociedad.

26 marzo 2024

El crimen de los discursos de odio

 


En un mundo cada vez más libre y globalizado, la diversidad de opiniones, creencias y formas de vida es algo que enriquece nuestra sociedad. Sin embargo, junto con esta diversidad, también surgen ideologías y discursos que promueven el odio, la discriminación y la violencia hacia ciertos grupos de personas.

 

Es crucial reconocer que así como las terapias de conversión, que buscan cambiar la orientación sexual o identidad de género de una persona, deben ser totalmente penalizadas, los discursos de las ideologías de odio también deben enfrentar medidas legales estrictas. El odio no solo destruye familias y comunidades, sino que también puede llevar a consecuencias devastadoras, incluso la pérdida de inocentes vidas humanas.

 

Las terapias de conversión, condenadas por organizaciones médicas y de derechos humanos en todo el mundo, se basan en la premisa falsa de que la orientación sexual o la identidad de género de una persona son “trastornos” que pueden y deben ser "curados".

 

Estas prácticas no solo son ineficaces, sino que también causan un profundo daño psicológico y emocional a quienes las experimentan. Es por eso que numerosos países están adoptando legislaciones que prohíben estas terapias y penalizan a quienes las promueven o practican.

 

Los discursos de odio son igualmente dañinos y deben ser tratados con la misma seriedad y urgencia. Estos discursos alimentan la intolerancia, fomentan la discriminación y pueden incitar a la violencia contra individuos o grupos específicos en función de su raza, religión, orientación sexual, identidad de género, origen étnico u otras características protegidas. Las palabras cargadas de odio pueden crear un clima de miedo e inseguridad, marginando a personas enteras y socavando los derechos humanos fundamentales.

 

Es necesario comprender que la libertad de expresión no es un derecho absoluto. Si bien es importante proteger la libertad de expresión y el derecho a expresar opiniones y creencias, estas libertades no deben ser utilizadas como un escudo para propagar mensajes de odio y violencia. Los discursos que incitan al odio y a la discriminación no son meras expresiones de opinión, sino actos que ponen en peligro la dignidad y la seguridad de los demás.

 

Para proteger los derechos humanos y promover una sociedad más inclusiva y respetuosa, es imperativo que los discursos de odio sean abordados con seriedad por parte de los sistemas legales y de justicia en todo el mundo. Esto implica la implementación de leyes y políticas que prohíban y sancionen de manera efectiva la promoción y difusión de discursos de odio en todas sus formas, ya sea en línea, en los medios de comunicación o en el discurso público.

 

Además, es necesario un esfuerzo continuo para educar y sensibilizar a la sociedad sobre los impactos perjudiciales de los discursos de odio y promover el respeto, la diversidad y la inclusión. La educación en derechos humanos y la promoción del diálogo intercultural y la empatía son herramientas poderosas para contrarrestar el odio y la intolerancia desde sus raíces.

 

Debemos recordar que las creencias o la fe de una persona nunca deben justificar la discriminación o la violencia hacia otros seres humanos. La dignidad y el valor inherentes de cada individuo deben ser protegidos y respetados en todo momento. Penalizar los discursos de odio es un paso crucial hacia la construcción de un mundo donde la tolerancia, la compasión y la justicia sean los pilares fundamentales de nuestra convivencia.

 

Ahí se los dejo de tarea. 

25 marzo 2024

La disforia de género no es mala, el fanatismo sí



En los últimos años, la disforia de género ha sido objeto de intenso debate en la sociedad contemporánea. A menudo malinterpretada y estigmatizada, esta condición ha sido equiparada erróneamente con enfermedades mentales, mientras que otros problemas de salud mental, como el fanatismo religioso, pasan desapercibidos.

 

La disforia de género es una experiencia de malestar persistente causada por una discrepancia entre el género que una persona siente y el sexo asignado al nacer. Es importante comprender que la disforia de género no es una enfermedad mental en sí misma. De hecho, la Asociación Americana de Psiquiatría eliminó la categorización de la disforia de género como un trastorno mental en el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM-5). En cambio, la considera una condición relacionada con la identidad de género.

 

Las personas que experimentan disforia de género merecen comprensión y apoyo, no estigmatización ni discriminación. La atención médica adecuada, que puede incluir terapia de afirmación de género y, en algunos casos, terapia hormonal o cirugía de reasignación de género, puede ser crucial para el bienestar de quienes la padecen. Pero eso sólo lo puede diagnosticar un médico profesional.

 

Es fundamental reconocer que negar la identidad de género de una persona o forzarla a vivir de acuerdo con normas impuestas puede tener consecuencias devastadoras para su salud mental y emocional.

 

Por otro lado, el fanatismo religioso es un fenómeno que puede manifestarse de diversas formas, desde la intolerancia y el fundamentalismo hasta el extremismo violento. Si bien la religión en sí misma no es necesariamente un indicador de trastorno mental, el fanatismo religioso implica una adherencia extremadamente rígida a creencias y prácticas religiosas, a menudo acompañada de un rechazo dogmático de puntos de vista alternativos.

 

El fanatismo religioso puede conducir a actos de odio y violencia contra individuos o grupos que no comparten las mismas creencias. Históricamente, hemos sido testigos de atrocidades perpetradas en nombre de la religión, desde persecuciones religiosas hasta actos terroristas. Estos actos extremos son impulsados por una combinación de creencias distorsionadas, intolerancia y falta de empatía hacia los demás.

 

Es importante abordar el fanatismo religioso como un problema de salud mental debido a sus consecuencias potencialmente devastadoras. Las personas que padecen fanatismo religioso pueden ser vulnerables a la manipulación por parte de líderes extremistas y pueden representar una amenaza para la seguridad pública y la cohesión social. La intervención temprana, que puede incluir terapia cognitivo-conductual y programas de desradicalización y sensibilización, son esenciales para prevenir la radicalización violenta y proteger a las comunidades vulnerables.

 

Es crucial distinguir entre la disforia de género y el fanatismo religioso en el contexto de la salud mental. Mientras que la disforia de género es una condición relacionada con la identidad de género, no una enfermedad, que merece comprensión y apoyo, el fanatismo religioso sí representa un peligroso trastorno mental que puede conducir a actos de odio y violencia.

 

Abordar el fanatismo religioso desde una perspectiva de salud mental es fundamental para proteger a la sociedad y así promover la tolerancia y el respeto hacia la diversidad de creencias y experiencias de género.


Ahí se las dejo de tarea.  

08 marzo 2024

Las creencias no se respetan, se respeta a las mujeres.

 


En el mundo moderno, los derechos y libertades de las mujeres se encuentran en el centro de numerosos conflictos, a menudo en debate con ciertas interpretaciones religiosas fundamentalistas.

 

A lo largo de la historia, las creencias religiosas han ejercido una gran influencia en las sociedades, moldeando valores, normas e incluso sistemas legales. Sin embargo, en la medida en que estas creencias entran en conflicto con los derechos fundamentales de las mujeres, surge la necesidad de reflexionar sobre la prioridad que se debe otorgar a estos derechos en comparación con las creencias religiosas.

 

Es importante reconocer que las creencias religiosas son parte integral de la identidad y la cultura de muchas personas en el mundo. Sin embargo, también es crucial comprender que los derechos humanos, incluidos los derechos de las mujeres, son universales y deben prevalecer sobre cualquier sistema de creencias o dogmas religiosos. Eso es lo correcto y lo justo.

 

Uno de los principios fundamentales de los derechos humanos es la igualdad entre hombres y mujeres. Esto implica el derecho de las mujeres a la autonomía sobre sus propias vidas y sus cuerpos, incluidas decisiones relacionadas con la educación, el trabajo, la salud, la reproducción y la participación política. Sin embargo, en algunas sociedades, las creencias religiosas se han utilizado para justificar la discriminación y la opresión de las mujeres, negándoles estos derechos fundamentales.

 

Un punto de conflicto entre los derechos de las mujeres y las creencias religiosas es el tema de los derechos reproductivos. En algunas sociedades, las interpretaciones religiosas conservadoras pueden prohibir el acceso de las mujeres a la anticoncepción, el aborto y la planificación familiar, lo que limita su capacidad para tomar decisiones sobre su propia salud y bienestar reproductivo. Esta interferencia en la autonomía reproductiva de las mujeres socava su dignidad y sus derechos humanos fundamentales.

 

Otro ejemplo lamentable es la violencia de género, que a menudo se justifica, o malamente se tolera, en nombre de las creencias religiosas. La violencia doméstica, el matrimonio de niñas y otros abusos son realidades devastadoras para muchas mujeres en todo el mundo, a menudo perpetuadas en nombre de creencias religiosas. Sin embargo, ningún dogma religioso puede justificar la violación de los derechos humanos básicos de las mujeres a vivir libres de violencia y discriminación.

 

Es común ver en las redes sociales, y en algunos medios de comunicación, a promotores de ideologías de odio, fanáticos religiosos que se identifican como conservadores de derecha, que sólo desean imponer sus ideologías por encima de todo lo que no cuadre con sus creencias, especialmente sobre las libertades de las mujeres, atacando a toda costa las libertades fundamentales de toda mujer, pero exigiendo respetar sus creencias, como si ellos fueran las víctimas.  

 

Las y los defensores de los derechos de las mujeres han luchado contra las interpretaciones patriarcales y discriminatorias de las enseñanzas religiosas, abogando por una reinterpretación que promueva la igualdad de género y el respeto por los derechos de las mujeres. Este esfuerzo por reconciliar las creencias religiosas con los principios de justicia y derechos humanos es fundamental para construir sociedades más justas y pacíficas.

 

Es importante destacar que el respetar los derechos y libertades de las mujeres no es una falta de respeto hacia las creencias religiosas en sí mismas; es reconocer que en una sociedad avanzada, pluralista y diversa, es necesario garantizar que todos los individuos, independientemente de su género o afiliación religiosa, tengan la oportunidad de vivir con dignidad y disfrutar de sus derechos humanos fundamentales.

 

La Perspectiva de Género defiende desde hace décadas los derechos de las mujeres, no obliga a nadie a abortar, ni a cambiar de género, ni nada de esas mentiras que dicen los charlatanes del odio anti-derechos humanos; promueve el compromiso de respetar a todos los demás tal como son y dejarlos vivir sus vidas.

 

En última instancia, los derechos y libertades de las mujeres no pueden ser negociados en función de ninguna interpretación religiosa. Deben ser protegidos y promovidos como parte integral de cualquier sociedad democrática y justa. Esto implica un compromiso total y continuo con la igualdad de género y el respeto por la autonomía y dignidad de todas las mujeres, independientemente de sus creencias religiosas o culturales.

 

Las creencias no se respetan, se respeta a las mujeres. Ahí se las dejo de tarea.