El Museo Metropolitano de Monterrey es un edificio que se terminó de construir en el año de 1887, es un importante lugar que fungió inicialmente como palacio municipal y ahora como museo, en el cual se han realizado distintas e importantes exposiciones.
Este lugar, por su antigüedad ha sido foco de varios hallazgos históricos, y también es objeto de varias leyendas que se comentan entre sus pasillos.
En el año 2014 se realizó una importante exposición de pinturas realizadas por varios artistas regiomontanos, en la cual se expuso varios cuadros de muy variada temática. Sin embargo, algo insólito ocurrió durante esa exposición.
Todos los días, dentro de los protocolos de seguridad del museo, se realizaba un inventariado fotográfico de cada uno de los objetos que ahí se exponían, para así constatar su presencia y el estado en que se encontraba.
El encargado de esto era un oficial de la Policía de Monterrey, quien todas las noches fotografiaba cada uno de los objetos ahí expuestos con una cámara digital que el mismo museo le había proporcionado.
Pero un día, al revisar el inventario de las fotografías y cotejarlo con las obras de arte ahí expuestos, una encargada del museo detectó que un cuadro no aparecía en el museo, y además no tenía su propia fotografía dentro del inventario.
Se trataba de un retrato del rostro de una mujer que tenía la barbilla apoyada sobre su mano derecha. La imagen había aparecido en el fondo de una fotografía que se le había tomado a una pequeña estatua de bronce que estaba en exposición en el segundo piso del museo. El cuadro aparentaba estar dentro de uno de los cuartos del museo.
Los encargados del museo y de la exposición subieron a revisar el cuarto, pero no había ningún cuadro, y no había fotografía de respaldo de ese cuadro tampoco. Se interrogó al oficial encargado del turno de la noche y dijo que no lo había visto, pero lo más misterioso es que ese cuadro no aparecía dentro del listado de las obras de arte a exponer que se tenía en el museo.
Se revisó el inventario de días anteriores, y no había imagen de ese cuadro tampoco. Al terminar esa exposición, cuando se regresaron todos los cuadros a los pintores, ninguno reclamo que le faltara alguna de sus pinturas. Nadie había preguntado por ese cuadro, ni nadie sabía nada de ese retrato.
No había forma de que alguien hubiera introducido un cuadro al museo sin que el personal de seguridad, o los organizadores de la exposición y personal del museo, se hubiera dado cuenta, mucho menos que lo hubieran sacado. Se verificaron todos los accesos al sitio, era imposible que alguien hubiera metido o sacado un cuadro de ese tamaño sin que nadie se diera cuenta.
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