En estas fechas tan relacionadas al Día de Muertos, me vienen a la memoria varios relatos que me han compartido taxistas que recorren por las noches la ciudad de Monterrey, y aunque ellos no se dedican a eso, tienen más suerte que algunos que se dicen dedicar a “cazar fantasmas”, para encontrarse con fenómenos que por momentos ponen en duda los límites de lo natural y lo preteratural. Este día, junto a la luz de una vela, les comparto algunas historias de misterio de taxistas regiomontanos.
Una tarde de octubre un taxista circulaba por la Carretera a Nuevo Laredo, iba con rumbo a Sabinas Hidalgo a la casa de unos familiares, ya estaba por caer la noche y no quería que la oscuridad lo atrapara en la carretera. De pronto vio a la orilla de la carretera a una mujer de ropas humildes hacerle señas para que se detuviera, era morena con rasgos indígenas, como de unos 40 años, y con un reboso negro se cubría su cabellera. El taxista ya iba algo retrasado para llegar a su destino, por lo que hizo caso omiso a las señales de la mujer dejándola atrás, sola en la carretera, a gran velocidad. La seguía viendo por el espejo, pero al pasar una loma la perdió de vista; pero de pronto del asiento de atrás, literalmente, apareció la mujer que había dejado en la carretera, y manoteando le reclamaba a gritos “¿Por qué me dejaste sola en la carretera? ¿No ves que estaba sola? ¿Por qué no me querías llevar?”.
El taxista sorprendido y asustado, dio un frenón que dejó las llantas de su carro pintadas en el asfalto por varios metros, pero apenas se detuvo el carro, él se salió corriendo del vehículo espantado por aquella aparición. Pero al ver el taxi, el chofer se percató que estaba solo el vehículo, no había nada ni nadie dentro, completamente solo estaba en la carretera. Al llegar a la casa de sus familiares, con gran asombro lo recibieron, pues literalmente había envejecido del susto, su pelo se había vuelto canoso y casi no podía hablar. De la misteriosa mujer que “se le subió”, le dijeron que murió hace muchos años y nunca llegó a su destino, por eso siempre pide que la lleven, a quien no la levanta se le aparece en el camino en el asiento trasero, pero a quienes sí se la llevan, más adelante se les desaparece, dándoles las gracias por haberla llevado.
Una noche de noviembre un joven taxista circulaba por calles del Barrio Antiguo, de pronto una señora muy elegante vestida de negro, como de unos 50 años de edad, le hizo la parada y le pidió que la llevara al Panteón del Carmen, que está del otro lado de la ciudad y es uno de los más antiguos cementerios. Todo parecía normal, el taxista conducía con precaución pues la mujer parecía ir rezando y no quería incomodarla. Al llegar al panteón, el taxista se estación en la puerta principal, y se percató que la puerta estaba cerrada. La mujer se bajó y le pagó con un billete, y le dijo que podía quedarse con el cambio. El joven chofer le dijo que si no quería que le acompañara pues ya era muy noche y el cementerio estaba solo. Pero ella le contestó “No se preocupe joven, yo aquí vivo”. La mujer dio media vuelta y se fue caminando directamente a las puertas del panteón, pero no se detuvo ante las rejas de acero que impedían el paso, como si fuera una sombra las atravesó y siguió caminando como si nada, y unos metros más adelante, bajo la luz de la Luna y unas viejas luminarias su silueta se evaporó.
El taxista impresionado rápidamente enderezó su vehículo para iluminar con las luces de su carro el camino por donde se fue la mujer, pues no podía creer lo que había visto, pero el camino principal del panteón estaba solo, y la reja con candado, nadie podría entrar o salir. El taxista se puso histérico del miedo, pero de pronto, de entre las tumbas salió otra silueta con una lampara, era el guardia el panteón. El joven desesperado le contó su relato, pero el guardia saco un cigarro y tranquilamente se puso a fumarlo frente a él, y le dijo “Ella murió hace muchos años, pero siempre se sale a pasear en estas fechas, pero se pierde, por eso siempre pide que la traiga un taxi, pero lo bueno es que sí les paga”. El joven taxista guardó por mucho tiempo ese billete, con el cual la “muerta” le pagó su retorno al panteón.
Yo no digo que las crean, solo les digo que hay personas reales que aseguran que las vivieron, en su momento fueron casos impensables y sorprendentes. Hoy solo son leyendas, relatos de misterio que algunos taxistas se atreven a compartir mientras atraviesan de noche la ciudad, pensando que posiblemente hay algo más allá de lo que conocemos, y que es muy sencillo no creer en ello, hasta que te lo topas de frente, a un lado del camino.
Fuente: http://info7.mx/editorial.php?id=4091
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