23 noviembre 2025

La invasión rusa a Ucrania: Un genocidio en curso



En febrero de 2022, el mundo presenció el inicio de una agresión brutal, la invasión a gran escala de Rusia contra Ucrania, un acto que ha escalado hasta convertirse en una de las crisis humanitarias más graves del siglo XXI. Más allá de una mera guerra territorial, las acciones de Moscú revelan un patrón sistemático de destrucción que encaja en la definición legal de genocidio según la Convención de las Naciones Unidas de 1948.

Esta Convención define el genocidio como actos cometidos con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, incluyendo asesinatos, daños graves, condiciones que lleven a la destrucción física, medidas para impedir nacimientos o traslados forzados de niños. Basado en evidencia acumulada por organismos internacionales, expertos y testimonios, es imperativo reconocer que la invasión rusa no es solo una violación de la soberanía ucraniana, sino un genocidio deliberado contra el pueblo ucraniano.

Los hechos hablan por sí solos. Desde el comienzo de la invasión, se han documentado miles de crímenes de guerra que apuntan a un intento de erradicar la identidad ucraniana. En Bucha, por ejemplo, se descubrieron fosas comunes con cientos de civiles masacrados, muchos con signos de tortura y violaciones. Estos no son incidentes aislados.

Informes de Amnistía Internacional y Human Rights Watch describen un patrón de ejecuciones extrajudiciales, violaciones sexuales y saqueos en zonas ocupadas, diseñados para aterrorizar y desplazar a la población. El asedio a Mariupol, donde Rusia bombardeó hospitales, teatros y refugios civiles, dejando a la ciudad en ruinas y causando miles de muertes por hambre, frío y bombardeos, ilustra condiciones impuestas para provocar la destrucción física del grupo ucraniano. Según estimaciones de la ONU, al menos 14,000 civiles han muerto desde 2022, con cifras que podrían ser mucho más altas debido a la subestimación en áreas ocupadas.

Uno de los elementos más alarmantes es el traslado forzado de niños ucranianos a Rusia, un acto explícitamente genocida bajo el artículo II de la Convención. Según varias fuentes, más de 307,000 niños han sido deportados, muchos separados de sus familias y sometidos a programas de "reeducación" para borrar su identidad ucraniana y asimilarlos como rusos.

Debido a esto, la Corte Penal Internacional emitió órdenes de arresto contra Vladimir Putin por estos crímenes de guerra. El Consejo de Europa, en abril de 2023, clasificó estos traslados como genocidio en una resolución aprobada por abrumadora mayoría. La aparente intención genocida se evidencia en la retórica oficial rusa. Putin ha negado repetidamente la existencia de Ucrania como nación independiente, describiéndola como un invento histórico y a los ucranianos como "no humanos".

En un mensaje de 2021, afirmó que rusos y ucranianos son "un solo pueblo", justificando la anexión. Tras la invasión, un artículo en la agencia estatal RIA Novosti titulado "Qué debería hacer Rusia con Ucrania" abogaba por la eliminación de la élite ucraniana, la supresión de su idioma y cultura, y el envío de millones a campos de trabajo forzado, calificándolo como un "manual de genocidio" por expertos. La propaganda rusa retrata a los ucranianos como "nazis" que deben ser exterminados. La Comisión de Derechos Humanos de la ONU ha expresado preocupación por esta retórica como incitación al genocidio.

El Parlamento ucraniano declaró el genocidio en abril de 2022, citando atrocidades masivas y esfuerzos para destruir la nación ucraniana. Países como Polonia, Letonia, Lituania, Canadá, Chequia, Irlanda y Estonia han aprobado resoluciones similares. En EUA, el presidente Joe Biden lo llamó genocidio en abril de 2022, y el Congreso ha introducido resoluciones bipartidistas para condenar las acciones rusas como tales.

Expertos como Timothy Snyder, historiador del Holocausto, argumentan que la invasión cumple con los cinco tipos de crímenes genocidas, desde asesinatos hasta la negación de la identidad nacional. El Instituto New Lines y el Centro Raoul Wallenberg concluyeron en informes de 2022 y 2023 que hay bases razonables para inferir una intención genocida, basados en patrones de atrocidades y escalada de violaciones a los derechos humanos. Genocide Watch ha emitido alertas de emergencia, identificando etapas de genocidio como deshumanización, persecución y exterminio.

A pesar de esta evidencia abrumadora, la respuesta internacional ha sido inconsistente. La Corte Internacional de Justicia avanza en un caso iniciado por Ucrania, pero Rusia niega las acusaciones y contraataca con alegatos infundados de genocidio ucraniano en Donbás. La CPI investiga crímenes de guerra y genocidio desde 2013, pero la ejecución de órdenes de arresto depende de la cooperación global. Esta reticencia a etiquetar formalmente el genocidio permite a Rusia continuar su agresión impunemente, con millones desplazados y una nación al borde de la aniquilación cultural.

Es hora de que la comunidad internacional actúe con decisión. Reconocer la invasión rusa como genocidio no es solo una cuestión semántica; implica obligaciones legales para prevenir y castigar, como sanciones más estrictas, incluso un apoyo militar defensivo a Ucrania y procesos judiciales contra los responsables. Ignorarlo equivale a complicidad histórica. Ucrania no lucha solo por su supervivencia, sino por los principios que protegen a todas las naciones de la barbarie. El mundo debe llamar a las cosas por su nombre. Esto es un genocidio, y debe terminar ahora.

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