19 mayo 2020

La plaga de los antivacunas


Debido a la falta de inversión en el campo de la educación y la carencia de promoción de la investigación científica en los medios, ha surgido un problema mucho más grave de lo que algunos creen y que puede afectar muy profundamente y de forma muy dañina a la sociedad entera, que de hecho puede poner en riesgo a toda la humanidad. Es el llamado “movimiento antivacunas”.

Los grupos antivacunas son de entrada grupos de ideologías negacionistas enfocados en negar, de forma ilógica, todas las evidencias y pruebas que señalan los grandes beneficios de las vacunas en los seres humanos. No es lo mismo que la tripanofobia, el miedo irracional a las vacunas. Mientras que los antivacunas tergiversan y manipulan desinformación sobre los beneficios o riesgos de las vacunas, los que padecen tripanofobia sólo le temen al dolor causado por el piquete de la aguja. 

Lamentablemente, este movimiento surgido en Europa y que ya ha llegado a México se ha enfocado en promover que los padres y madres de familia eviten la vacunación de sus hijos, lo que los pone en alto riesgo de contraer graves enfermedades a corta edad que podría causarles graves padecimientos a mediano o largo plazo.

Dentro de las falsedades que tanto difunden los antivacunas es que las vacunas causan autismo, algo que ha sido descartado totalmente, pues el único caso en el mundo donde se quiso relacionar el efecto de una vacuna con el autismo de una pequeña, fue descartado por los análisis clínicos. La ciencia no miente, los antivacunas sí mienten, y está ampliamente documentado.

Otro de los bulos que difunden es que las vacunas contienen mercurio, que son únicamente agua o que lo que hacen en realidad en inyectar los verdaderos virus. La realidad es que no son sólo agua, tienen varios compuestos, entre ellos virus debilitados para generar anticuerpos.

Algunas vacunas, no todas, contienen tiomersal, que es un compuesto que tiene etilmercurio, el cual se utiliza para evitar el crecimiento de bacterias y hongos en “vacunas inactivadas” (con virus muertos) que se suministran en viales multidosis. Además se usa en la producción de algunas vacunas para inactivar determinados microorganismos o toxinas y para contribuir a mantener la esterilidad de la cadena de producción. Dicho compuesto solo está presente en una proporción menor al 0.1% de la vacuna. Este compuesto ha sido estudiado por más de una década por varios grupos de científicos a nivel internacional, y hasta el momento no hay pruebas de que la cantidad de tiomersal utilizada en esas vacunas sea de riesgo para la salud.

Increíblemente hay madres de familia que dicen “estar orgullosas de no vacunar a sus hijos”, lo que pone en evidencia su enorme ignorancia y su terrible irresponsabilidad al poner en peligro de esta forma la salud de sus hijos. Hay algunos padres de familia que incluso dicen “pues vacunenese ustedes y sean inmunes según ustedes, si nosotros nos enfermamos no les afectaría”. El problema es que si se infectan esos incultos ponen en peligro a todo aquel que por alguna razón tenga sus defensas bajas o que su sistema inmunológico esté bajó alguna afectación.

Hay individuos, que no se si merecen llamarles personas, que alegan que no sirve para nada el vacunarse. Pero si se les pregunta si ellos o alguno de sus familiares ha padecido alguna vez rubeola, tétanos, difteria o poliomielitis tendrían que responder que no, y muy posiblemente ni siquiera han de saber de esas enfermedades, pues ya casi no existen casos de ellas gracias a las vacunas.
 

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