El impacto que ha tenido en la comunidad el gran avance del internet, con sus páginas web, blogs y las redes sociales, ha sido un factor determinante para la formación de la actual opinión pública, sobre los distintos temas que atañen a las personas y que por distintas les son de interés.
Sin embargo estos portales electrónicos no solo han acercado a la gente a tener la gran ventaja de la inmediatez de las noticias, pues prácticamente en el momento en que suceden los hechos, los reporteros y las personas en general, pueden publicarlo de manera casi automática en la web.
Pero, no todo lo que se dice es cierto, y mucho menos verificable. La capacidad que las redes y páginas web tienen para difundir datos e información puede ser utilizado con fines oscuros y dañinos para afectar en cierta medida la opinión de las personas y hacerlas reaccionar de alguna manera predeterminada ante ciertos sucesos, e incluso tomar algunas posturas que podrían ser de riesgo para la misma sociedad.
La libertad de expresión es para servir a los demás, no para promover desinformación, ideas de odio y xenofobia. Pues todos tenemos derecho a expresarnos, pero no a pasar por encima de los demás para lograrlo, pues nos convertiríamos en los tiranos de otros.
Desafortunadamente, algunos pseudo-periodistas, o pseudo-reporteros, se han dado a la tarea de manipular datos e información para generar conflictos entre grupos de distintas religiones, afiliación política o ideológica, con tal de servir a ciertos intereses particulares enfocados a generar conflictos y divisiones entre las personas. Campañas como la anti-vacunas, la difusión la desinformación sobre los chemtrails (rastros químicos), la mistificación de los transgénicos, el mito de los inexistentes niños índigo, los falsos logros de peligrosas terapias o medicinas alternativas, y otros mitos más, son el producto de gente sin ética, y sin moral, por el manejo de la información
En muchos de estos casos, estos individuos abusan de la ignorancia que las personas tienen en algunos temas, ya sea científicos, históricos o financieros, para atacar a ciertos grupos o generar odio dirigido a un grupo en particular. En algunos casos incluso abusan del uso de mitos o leyendas urbanas con tal de manipular de manera tendenciosa el punto de vista de la gente, sin pensar en las posibles consecuencias de sus acciones.
Como una vez dijo el periodista Salvador Mejía: “Las campañas de desinformación son tan dañinas como un enfrentamiento armado”. Y lo peor del caso es que se ha hecho muy poco contra ellas, pues los “divulgadores de la verdad oculta” se escudan en la libertad de expresión para cometer sus actos de mistificación.
La libertad de expresión es para informar y servir a los demás; no para decir mentiras y engañar a las personas. Quien promueve esta libertad en base a mentiras, solo busca encadenar las mentes de las personas para usarlas a su vil antojo. Aquí es donde hace falta algún tipo de autoridad, por ejemplo un consejo de honor, justicia y ética, que tenga las funciones de un juez calificador para que de alguna manera sancione este tipo de actividades.
Desafortunadamente, en los últimos años hemos visto que para muchos jóvenes la desinformación es un estupefaciente del que son adictos los que padecen de pereza mental, esa que no les permite razonar de forma lógica y que prefieren creer cosas que vieron en una página de internet, en lugar de indagar y verificar que lo que ahí se diga sea cierto. No les interesa razonar, no les interesa pensar, solo seguir una idea que les haga sentirse bien en ese momento de catarsis en el que, según ellos, luchan contra la opresión de los grandes, cuando no se dan cuenta que solo son la carne de cañón de uno de esos contra los que dicen luchar.
Aquí es donde me vienen a la memoria las palabras del periodista Osvaldo Robles, quien en una ocasión comentó “La libertad de expresión termina donde comienza el derecho a la dignidad de las víctimas”. Y tiene toda la razón, no debemos de convertir a la libertad de expresión en un arma que dañe a personas inocentes, que por alguna u otra razón, desconocen o no están bien informadas sobre algún tema de interés público y que pueda afectar de manera negativa a sus vidas.
Hay que dignificar el oficio periodístico, y exigir más calidad pero también más ética a quien se diga periodista o divulgador de algún tema, pues el punto de vista de un simple opinólogo de internet nunca debe de estar por encima de la realidad, ni de los derechos y dignidad de las personas a las que pueda afectar con sus opiniones interesadas.
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