28 febrero 2025

Derecha conservadora: Infestada de odio



El aumento de charlatanes e influencers estridentes con ideologías de odio en la derecha conservadora puede estar influenciado por varios factores sociales, psicológicos y tecnológicos.

En muchas partes del mundo, las sociedades están cada vez más divididas por varias razones, y esto crea un terreno fértil para que emerjan voces extremas que capitalizan el descontento, el miedo o la frustración de ciertos grupos.

La derecha conservadora, como cualquier ideología, tiene sus versiones moderadas y extremas, y los charlatanes suelen amplificar estas últimas porque generan más atención, y en muchos casos también les genera abundantes ganancias financieras.

Las plataformas de redes sociales permiten que cualquiera con una “opinión fuerte” tenga un megáfono. Los algoritmos premian el contenido emocionalmente cargado, como el odio o la indignación, porque mantienen atrapadas a las mentes incultas e ignorantes pues son fácilmente influenciables. Esto da visibilidad desproporcionada a figuras que, de otra forma, serían marginales.

Hoy en día mucha gente desconfía de las instituciones tradicionales como el gobierno, los medios o las academias, y ahí los charlatanes aprovechan ese vacío ofreciendo respuestas simples a problemas complejos.

En el caso de la derecha conservadora, a menudo apelan a narrativas de "valores perdidos" o "amenazas externas" que resuenan con quienes sienten que el mundo “cambia demasiado rápido” para ellos. Y es peor cuando utilizan su “fe” y creencias religiosas como herramientas para hostigar a otros. 

El odio y el miedo son emociones poderosas que movilizan. Los charlatanes, independientemente de su ideología, saben cómo explotarlas. En el caso de la derecha conservadora, temas como inmigración, identidad cultural o cambios sociales suelen ser usados como combustible.

Como dijo el gran pensador italiano Umberto Eco: “Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas".

La diferencia está en quién tiene el micrófono en un momento dado y qué temas dominan la conversación pública. No debemos caer en el engaño de los idiotas y charlatanes de las redes sociales, pues recordemos que ellos lucran con eso.  

Si algo nos ha enseñado la historia es que el odio sólo puede generar muerte y destrucción, ese es el negocio de ellos, y por eso lo hacen.

Ahí se las dejo de tarea.

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26 febrero 2025

El mito de la transubstanciación


En el ámbito de la fe y la teología, la transubstanciación ha sido un pilar fundamental en varias tradiciones religiosas, especialmente en el catolicismo, donde se considera que durante la misa, el pan y el vino se transforman “realmente” en el cuerpo y la sangre de Cristo. Sin embargo, desde una perspectiva racional, este mito se enfrenta a varios desafíos.

La transubstanciación se basa en una creencia surgida apenas en el siglo IV y que se convirtió en dogma hasta el siglo XII. Esta doctrina dicta que durante la consagración en la eucaristía, los elementos del pan y el vino experimentan un “cambio sustancial en su naturaleza física”, aunque mantengan sus propiedades externas.

Para “explicar” el dogma de la transubstanciación los católicos usan términos filosóficos aristotélicos como la sustancia y accidentes. En el cual la “sustancia” es aquello que hace que una cosa sea lo que es, y “accidentes” son las propiedades no esenciales de una cosa y que son perceptibles por los sentidos.

Es importante reconocer que las creencias religiosas, como la transubstanciación, son importantes para millones de personas en todo el mundo; sin embargo, es igualmente crucial diferenciar entre creencias mitológicas y realidad.

La transubstanciación no encuentra ningún respaldo en la evidencia observada. Este hecho no disminuye su importancia espiritual para quienes la practican, pero invita a una reflexión sobre la intersección entre la fe y el conocimiento empírico.

Los principios fundamentales de la química y la biología sostienen que la materia está compuesta por átomos y moléculas, y cualquier cambio en la naturaleza de una sustancia se refleja en sus propiedades observables. En el caso del pan y el vino, no existe evidencia que indique que su composición química cambie después de la consagración.

No se dispone de registros de estudios científicos específicos que hayan aplicado técnicas avanzadas para comparar las propiedades físicas y químicas de hostias y vino consagrados con sus equivalentes no consagrados. La mayoría de los análisis científicos relacionados con la eucaristía se han centrado en investigar casos de presuntos “milagros” eucarísticos, como cambios visibles o fenómenos inusuales en hostias consagradas.

En estos casos, los estudios han buscado determinar sus explicaciones naturales, como la presencia de microorganismos que producen pigmentaciones, en lugar de analizar sistemáticamente cualquier diferencia entre elementos consagrados y no consagrados.

Aunque se han realizado investigaciones en contextos específicos, no hay evidencia científica que respalde cambios materiales en el pan y el vino tras la consagración. La transubstanciación permanece como un concepto mitológico que no ha sido verificado empíricamente mediante estudios científicos detallados.

El concepto de transubstanciación también puede analizarse desde el ámbito de la psicología y la sociología. Para muchos los mitos y los símbolos religiosos tienen un profundo valor arquetípico, funcionando como herramientas para dar sentido a la experiencia humana. En este sentido, la transubstanciación puede interpretarse como una narrativa simbólica que conecta a los creyentes con una realidad espiritual más allá de lo material.

Muchas culturas han desarrollado rituales en los que ciertos objetos se consideran “sagrados” o transformados a través de ceremonias. Estos ritos no necesariamente buscan alterar la materia de manera literal, sino imbuirla de un significado que trasciende lo tangible.

Es importante reconocer que la fe y la ciencia operan en esferas totalmente distintas. Mientras que la ciencia se basa en la observación, la experimentación y la verificación, la fe esta anclada en la experiencia subjetiva, la tradición y las creencias personales. La transubstanciación no está demostrada desde un punto de vista científico, pero es aceptada como un “misterio” de la fe.

Para quienes cuestionamos la compatibilidad entre esta doctrina y el conocimiento científico, es crucial establecer un diálogo honesto. La ciencia no busca invalidar las creencias religiosas, pero sí puede ofrecer una perspectiva que fomente una comprensión más amplia de la relación entre el mundo material y el espiritual.

La transubstanciación, analizada desde el prisma de la razón, carece de una base empírica que respalde su realidad material. No obstante, su valor como mito y símbolo radica en su capacidad para conectar a los creyentes con un plano “trascendental”. En última instancia, la tensión entre ciencia y fe no necesariamente debe causar tensión, sino entenderse como una invitación a explorar los límites y las posibilidades de ambas perspectivas. La verdad, en sus diversas formas, siempre será un terreno de búsqueda y reflexión.

Que todos tengan un bello y desmitificante día.

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23 febrero 2025

La nueva cruzada “cristiana”: Mentiras y odio



En el debate sobre el papel de la religión en la sociedad moderna, surge frecuentemente la idea errónea de que el cristianismo está siendo atacado. Pero ciertas corrientes dentro del cristianismo han pasado de ser una doctrina de amor y paz a un vehículo para el fanatismo y la intolerancia, representando una auténtica amenaza para la sociedad.

A lo largo de la historia, el cristianismo ha desempeñado un papel dual. Ha sido un símbolo de esperanza y compasión para millones, pero también ha sido utilizado como justificación para asesinatos, cruzadas, inquisiciones, persecuciones y represión cultural. En la actualidad, grupos fundamentalistas dentro de la fe han revivido una retórica agresiva contra aquellos que no se alinean con su visión del mundo.

Desde la demonización de la comunidad LGBT hasta la interferencia en los derechos reproductivos de las mujeres y la resistencia a avances científicos y sociales, ciertos sectores cristianos han pasado de defender su fe a querer imponerla a la fuerza a toda la sociedad. Lejos de ser perseguidos, estos grupos buscan controlar discursos y políticas públicas, exigiendo privilegios mientras atacan a quienes piensan diferente.

Uno de los mayores peligros del fundamentalismo cristiano es su resistencia a la lógica y la razón. El pensamiento crítico y la ciencia son vistos como enemigos de la fe, y cualquier intento de cuestionar dogmas religiosos es etiquetado como persecución. Líderes político-religiosos cristianos promueven la idea de que la moral debe regirse únicamente por interpretaciones estrictas de la Biblia, negándose a aceptar que la sociedad es diversa y que la ética no depende exclusivamente de creencias religiosas.

Esos influencers charlatanes utilizan como su principal herramienta la desinformación para promover su ideología de odio y así atacar a todo aquel que consideren herejes y blasfemos, al grado de que inventan falsos delitos que no existen realmente con tal de coartar y censurar la libertad de expresión y de pensamiento de los demás.

Este fanatismo se traduce en discursos de odio, desinformación y la justificación de ataques violentos en nombre de la "pureza" moral. Es aquí donde el peligro se vuelve tangible. El odio disfrazado de fe es el primer paso hacia la violencia social.

La historia ha demostrado que cuando las religiones promueven la idea de la "pureza" y la "corrección moral”, el resultado es la persecución de los "impuros". La inquisición, las guerras religiosas y la quema de "herejes" son ejemplos de lo que ocurre cuando el fanatismo religioso toma el control.

En la actualidad, aunque vivimos en un mundo más secularizado, la retórica del odio sigue presente. Los influencers religiosos utilizan sus redes sociales para promover el miedo, la discriminación, para así justificar actos de violencia contra minorías y disidentes. La idea de que los "impuros" deben ser castigados no ha desaparecido; simplemente ha cambiado de forma y se disfraza de "defensa de la moral".

Es importante diferenciar entre la auténtica fe cristiana, definida como un conjunto de creencias espirituales, y el fanatismo religioso, que es una herramienta de poder y control. No todo el cristianismo promueve el odio, pero es innegable que ciertos sectores dentro de la religión han convertido la fe en una excusa para atacar a quienes piensan diferente.

La verdadera amenaza no es la religión en sí, sino su uso como arma para justificar el odio y la intolerancia. En una sociedad que avanza hacia la igualdad y el respeto a la diversidad, es esencial denunciar y enfrentar el fanatismo, sin importar de dónde provenga. Solo así podremos construir un mundo en paz en donde la fe y la razón coexistan sin que la sangre de los "impuros" vuelva a correr por las calles.

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22 febrero 2025

Las armas no dan la seguridad



La idea de que la libre portación de armas de fuego mejora la seguridad ciudadana ha sido defendida fervientemente por algunos grupos conservadores de derecha. Argumentan que el permitir que los ciudadanos porten armas “disuade” a los delincuentes y “empodera” a la población para defenderse en caso de peligro.

Sin embargo, una revisión más profunda de los datos y estudios sobre el tema revela una realidad muy distinta. En lugar de incrementar la seguridad, la proliferación de armas puede representar una amenaza latente para la sociedad en su conjunto.

Aquí debemos mencionar al mayor experto en este tema, el Dr. David Hemenway, profesor de salud pública en la Universidad de Harvard y director del Centro de Investigaciones en Control de Lesiones, quien ha estudiado los efectos de las armas de fuego en la sociedad durante décadas.

Sus hallazgos, basados en más de 150 estudios realizados desde 1990, indican que poseer un arma no solo no mejora la seguridad personal, sino que incrementa significativamente los riesgos de lesiones y muertes accidentales dentro del hogar.

Según sus investigaciones, las armas de fuego en manos de ciudadanos comunes no solo no disuaden a los criminales, sino que, en muchos casos, terminan siendo utilizadas en episodios de violencia doméstica, accidentes letales o suicidios. Aquí en México la violencia callejera causada por incidentes viales empeoraría demasiado si se portara armas de fuego.

En su libro "Private Guns, Public Health" el Dr. Hemenway señala que la posesión generalizada de armas de fuego en manos privadas en los Estados Unidos promueve la propagación de la "enfermedad de la violencia armada”, y afirma que una mayor regulación es absolutamente necesaria para los fines de la seguridad pública. El investigador hace énfasis en que "Más armas en una comunidad conducen a más homicidios".

Otro dato revelador proviene de las notas periodísticas en México, que indicarían que aquí, en más del 90% de los ataques contra oficiales de la ley que estaban armados, sus armas de fuego no les sirvieron de nada para repeler la agresión. Si incluso los agentes de seguridad, entrenados en el uso de armas, no logran defenderse en situaciones de peligro, resulta ingenuo suponer que un civil promedio, sin el entrenamiento y la experiencia adecuada, pueda utilizar un arma para protegerse eficazmente en un contexto de violencia.

A pesar de estos datos, el discurso pro-armas sigue siendo popular en ciertos sectores políticos y mediáticos. Curiosamente son muchos los “pro-vida” que están a favor de la libre portación de armas de fuego, y que siempre mencionan un par de estudios que mencionan que mujeres de unos poblados sufrieron menos ataques por andar armadas. La narrativa de que “un ciudadano armado es un ciudadano seguro” se alimenta de un mito que idealiza la autodefensa y minimiza los riesgos que conlleva la proliferación de armas en la sociedad.

Sin embargo, la evidencia empírica contradice esa creencia y apunta a una realidad mucho más preocupante. Mientras más armas haya en circulación, mayor será el número de incidentes violentos y muertes relacionadas con su uso. El debate sobre el control de armas debe basarse en hechos y no en ideologías o suposiciones infundadas. La seguridad ciudadana no se logra mediante la libre portación de armas, sino a través de políticas integrales que combatan las causas profundas de la violencia y fortalezcan las instituciones encargadas de la seguridad pública.

La ciencia y la experiencia demuestran que el acceso irrestricto a armas de fuego solo contribuye a un entorno más peligroso para todos. Los pro-vida pro-armas alegan que sólo se le daría armas a quienes califiquen en ciertos exámenes psicológicos y psicométricos, y recibirían adiestramiento necesario, pero al parecer ni ellos mismos podrían pasar esos exámenes. Es momento de replantear este debate con seriedad y responsabilidad, alejados de toda charlatanería armamentista.

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11 febrero 2025

Las creencias religiosas son constructos sociales

 


Sí, la fe y las creencias religiosas son constructos sociales, ya que son productos de la interacción humana, la cultura y la historia. No surgen de manera aislada, sino que se desarrollan dentro de contextos sociales específicos, evolucionando con el tiempo según las necesidades, valores y estructuras de las sociedades que las adoptan.

Recordemos que un constructo social es una idea, concepto o práctica creada y sostenida por una comunidad a lo largo del tiempo. No es algo realmente presente en la naturaleza, sino que existe porque las personas le han dado significado y lo han transmitido culturalmente.

Por ejemplo, el dinero es un constructo social, un billete solo tiene valor porque la sociedad ha acordado que lo tiene. Lo mismo ocurre con las religiones y las creencias, su significado y función dependen del contexto en el que existen.

La religión y la fe se construyen a partir de experiencias humanas colectivas y se transmiten a través de generaciones mediante textos sagrados, rituales y tradiciones.

Hay que tener bien claro que la fe y las creencias son constructos sociales porque varían según la cultura y el tiempo. Las religiones han cambiado drásticamente a lo largo de la historia y entre sociedades. Lo que se considera sagrado en una cultura puede no tener valor en otra.

Por ejemplo, el politeísmo fue dominante por miles de años en muchas civilizaciones antiguas, mientras que las religiones monoteístas son más prevalentes hoy en día.

Las creencias religiosas dependen de la transmisión social, nadie nace con una religión específica. Se aprende a través de la familia, la educación y la comunidad. Si una persona naciera en una sociedad aislada sin contacto con el cristianismo, el islam o el hinduismo, no desarrollaría espontáneamente ninguna de esas creencias.

Un dato duro sobre la fe religiosa: Se adapta a las estructuras de poder y control. La religión ha sido utilizada a lo largo de la historia para legitimar monarquías, gobiernos y sistemas de dominación social. Como ejemplo la unión del cristianismo con el Imperio Romano y, más tarde, con monarquías europeas, sirvió para consolidar el poder político de las monarquías.

Algo que se sabe a ciencia cierta sobre las creencias religiosas: Satisfacen necesidades humanas. Brindan “explicaciones” a preguntas existenciales sobre origen de la vida, su propósito, o qué ocurre después de la muerte.

La antropología y la sociología ya lo han señalado, la religión es un mecanismo de cohesión social. Sus rituales, normas y símbolos refuerzan la identidad grupal y generan un sentido de pertenencia. Esto explica por qué ciertas comunidades religiosas tienden a ser tan sólidas y por qué la religión ha persistido a lo largo de la historia, incluso en sociedades modernas y secularizadas. No es por algo “divino”, es por algo netamente humano.

¿Eso significa que la fe es falsa y sin valor? No necesariamente. Que algo sea un constructo social no implica que no tenga valor o significado. El lenguaje, las leyes, las costumbres y hasta la idea de los derechos humanos son también constructos sociales, pero tienen un impacto real en la vida de las personas.

La fe sigue siendo una fuente de consuelo, sentido de vida y motivación para millones de personas. Sin embargo, reconocer que sólo es un producto social nos ayuda a analizarla de manera más crítica y comprender cómo ha sido moldeada y utilizada en diferentes contextos, según los intereses particulares de sus líderes en turno.

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09 febrero 2025

Los cimientos del mundo moderno: Ilustración y Humanismo



El mundo moderno en el que vivimos, se dio gracias a la Ilustración y al Humanismo, no gracias a ninguna religión, si fuera por varias de ellas, los domingos seguirían quemando 'brujas' y 'herejes' en las plazas públicas. Aunque algunos es lo que desean. 

La importancia del pensamiento crítico, la razón y el humanismo, son pilares de la sociedad moderna, y han permitido su evolución hacia un mundo basado en la libertad, la igualdad y el progreso. 

Recordemos que la Ilustración, movimiento intelectual del siglo XVIII, puso en el centro de su propuesta el uso de la razón y el pensamiento crítico para explicar y mejorar el mundo. Grandes pensadores como Voltaire, Diderot y Rousseau cuestionaron las estructuras tradicionales, denunciaron la superstición y abogaron por el conocimiento basado en la experiencia y la evidencia empírica. 

En paralelo, el Humanismo, que surgió durante el Renacimiento, promovió la dignidad humana y la libertad individual, revalorizando el pensamiento clásico y la capacidad de cada persona para razonar y decidir. Estas corrientes rompieron con dogmas y tradiciones que, en muchos casos, habían limitado el desarrollo del pensamiento y la ciencia. 

La transformación cultural promovida por estos movimientos no solo implicó avances en la ciencia y la política, sino también en la construcción de sociedades más tolerantes y abiertas. El humanismo y la Ilustración impulsaron la separación entre el poder religioso y el poder civil, lo cual fue determinante para el surgimiento de estados democráticos y sistemas jurídicos basados en derechos humanos, no en jerarquías nobiliarias respaldadas por un grupo religioso. 

La confianza en la razón, la lógica y la evidencia permitió la superación de prácticas arcaicas y violentas, como la quema de "brujas" y "herejes", que se utilizó como medio para imponer una visión oscurantista, dogmática y excluyente, que hoy tanto defienden y buscan reimponer los grupos de ideología conservadora. 

La religión ha desempeñado un cuestionable papel en la historia de la humanidad, pues su influencia no siempre ha sido positiva. Durante la Edad Media y el inicio de la Edad Moderna, ciertas instituciones religiosas ejercieron un control férreo sobre el pensamiento y la conducta social (El Oscurantismo), lo que derivó en terribles persecuciones. Los juicios de “brujería”, y la quema de herejes y libros “blasfemos” fueron, manifestaciones de un poder que se apoyó en la fe para legitimar acciones violentas y opresoras. 

Sin embargo, la religión también ha sido fuente de inspiración y consuelo para millones de personas, y en ciertos momentos históricos ha contribuido a la promoción de ciertos valores como la solidaridad, la caridad y la justicia. La crítica aquí expuesta se centra en denunciar aquellos momentos en los que la fe se utilizó para justificar la intolerancia y el autoritarismo, que lamentablemente, no fueron pocos casos. 

La transición hacia la modernidad no fue un proceso lineal ni exento de contradicciones. La evolución hacia sociedades más abiertas y democráticas se apoyó en la voluntad de romper con las tradiciones conservadoras que habían limitado el desarrollo del individuo. 

En este sentido, el Humanismo y la Ilustración sembraron las semillas de la libertad de pensamiento, de la crítica constructiva y del escepticismo frente a las verdades absolutas postuladas por los grupos de poder político-religioso. 

Hoy, en un mundo globalizado y tecnológicamente avanzado, aún resuenan las enseñanzas de estos movimientos. El cuestionamiento permanente, la búsqueda de evidencia y la defensa de los derechos humanos son, en esencia, el legado de una época que supo identificar los peligros del fanatismo y de la obediencia ciega. Aun cuando ciertos grupos anhelan un regreso a prácticas autoritarias y dogmáticas, la historia nos muestra que el progreso y el bienestar colectivo dependen de la capacidad de aprender de los errores del pasado y de valorar la diversidad de ideas. 

En definitiva, mientras las sombras del autoritarismo y la intolerancia pueden acechar en ciertos rincones, es precisamente el espíritu de la Ilustración y el Humanismo lo que ilumina el camino hacia una sociedad más justa, libre y abierta. Este legado nos recuerda la importancia de cuestionar, aprender y, sobre todo, defender el derecho a vivir en un mundo donde la razón prevalezca sobre la superstición y la opresión.

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08 febrero 2025

El progresismo "woke" no destruye la ciencia



El movimiento progresista “woke” (“despierto”) comenzó hace unos cuantos años con diversos activistas a favor de los derechos humanos y la diversidad, que luchaban abiertamente en contra de la opresión de los grupos racistas y conservadores de extrema derecha.

Por eso hoy los conservadores radicales de ultra-derecha, literalmente, odian tanto a este movimiento que los confronta directamente poniendo en duda y refutando los postulados que tanto promueven en sus plataformas de proyección, al grado de que algunos conservadores los acusan de “destruir la ciencia”.

Pero esto no es posible, sino todo lo contrario, pues si algo ha caracterizado a los movimientos progresistas, desde siempre, es que muchos de sus argumentos se basan en los datos duros verificables extraídos de la ciencia.

La crítica progresista ha llevado a revisar prácticas científicas que podrían estar influenciadas por sesgos culturales o de género. Esto ha resultado en metodologías más inclusivas y en una ciencia más representativa de la diversidad humana.

Por si fuese poco, el “progresismo woke” aboga por una ciencia que no solo avance el conocimiento, sino que también considere su impacto social. Esto incluye la ética en la investigación, la equidad en el acceso a los beneficios de la ciencia y el uso responsable de la tecnología. Algo que ha disgustado a muchos industriales y políticos conservadores de derecha que se quieren aferrarse a tecnologías ya casi obsoletas, como los combustibles no renovables, o que buscan censurar los grandes avances en alimentos transgénicos, o que están en contra de la vacunación.

Por si fuese poco, este movimiento se ha apoyado en la ciencia para promover más información sobre temas como el cambio climático, la salud mental, y los derechos humanos, utilizando la ciencia como herramienta para generar conciencia y así generar un auténtico cambio social.

Hay que saber que la actitud reaccionaria de los woke es el resultado de décadas de opresión y hostigamiento por parte de grupos radicales conservadores de derecha que no están dispuestos a permitir que alguien cuestione su ideología. Los conservadores sólo están cosechando lo que ellos mismos sembraron.

Pero de hecho, la crítica woke puede ayudar a identificar y corregir sesgos históricos en muchos temas, como el sesgo de género o racial, lo que puede mejorar mucho la calidad y la equidad en la investigación.

Hoy en día hay preocupaciones legítimas sobre la influencia de ciertas ideologías conservadoras (oscurantistas) en muchas materias, la clave para solucionarlo podría estar en encontrar un equilibrio donde se promueva un ambiente de investigación abierto, crítico y diverso sin comprometer la objetividad científica.

Es importante mantener un diálogo continuo, crítico y constructivo sobre estos temas para asegurar que la humanidad y la ciencia avancen de manera que sea tanto justa como certera. Pues la humanidad sólo podrá avanzar correctamente de la mano de la ciencia, pero si algunos buscan aferrarse a ideas caducas del pasado, las confrontaciones podrían seguir y llegar a empeorar.

Que todos tengan un bello y desmitificante día.

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