09 junio 2016

Falsos milagros


Retomando el tema de los mercaderes de la fe y la esperanza, hace poco unas personas me preguntaron que si yo no creía en los milagros. Simplemente le contesté “Los llamados milagros son cosas que señalan que no conocemos realmente todas las cualidades de la naturaleza, no que se trate de algún factor preternatural necesariamente”. Algo que a varios no les agradó.

La cuestión es que el quererse conformar con el creer que algo es un milagro hace que la mente se deje de hacer preguntas, deja de razonar y cuestionar, una función básica por naturaleza en el ser humano.

Es cierto, desde el comienzo de la humanidad todo fenómeno natural que no comprendemos en su momento lo queremos humanizar. Así surgieron los dioses antiguos y todos los seres mitológicos que les acompañan. Les pusimos Mitra, Ra, Ahura Mazda, Quetzalcoatl, Kukulkan, Zeus, Júpiter y demás deidades antiguas, pero todos ellos representan a algo que los humanos no comprendían, pero que por instinto buscaban darle una explicación, y la más sencilla en su momento fue la de humanizar a los fenómenos naturales en entidades sobrenaturales.

Hoy en día muchos siguen haciendo estas prácticas, aunque lo nieguen. E incluso reducen sus dogmas religiosos a simple creencia supersticiosa, ya que piensan que por traer alguna estampita, medalla, amuleto o hacer una oración, se va a cumplir el deseo que ellos quieran. Incluso hay “clérigos”, por llamarles de alguna forma, que cobran una “cooperación” para hacer sus milagros. Así se forjaron muchas sectas que hoy en día hasta programa de televisión y salones de conciertos tienen.

Las redes sociales y el internet han contribuido a esa creencia supersticiosa con publicaciones que piden escribir un comentario de “amén” y compartir cierta imagen para que un milagro ocurra. Pero la realidad es que no ocurre, y no es por falta de fe. La fe auténtica se basa en hechos reales, no en creencias sin fundamentos, eso se llama autoengaño.

Y luego me dicen “¿Y los milagros médicos?”. La respuesta es muy sencilla. Que el médico no sepa cómo o por qué se curó repentinamente alguien, no quiere decir que se trate de un milagro, solo quiere decir que ese médico no es realmente competente en su rama de la salud. Así como hay médicos que salen con el cuento de que “no sabemos que tiene” también hay los que salen con el “no sabemos cómo se curó”. Son igual de malos los unos que los otros, unos denotan ignorancia pero los otros lo disfrazan con “religión”.

Falsos “chamanes”, “pastores”, “gurús” y “sanadores” de teatro son el relleno de muchas televisoras y radiodifusoras, pues pagan un buen dinero por tener espacios comprados en ellas, y así aseguran que sí son denunciados por sus estafas y fraudes, las mismas empresas de medios no sacaran la noticia, pues aseguran su imagen con su tiempo de aire comprado.

En el mundo real todo hecho o fenómeno real tiene su explicación. El mundo es así, eso nosotros no lo decidimos, eso lo hemos aprendido a lo largo de siglos de estudiar a la naturaleza. Es lamentable ver a mujeres embarazadas que todavía se ponen un seguro metálico en sobre su ropa que cubre su vientre “para que no le hagan ojo al niño” o que no le hagan mal los eclipses. La superstición en la sociedad es una señal inequívoca de ignorancia e incultura. Y si hay programas en los medios de comunicación que lo promueven, es solo porque son reflejo de esa misma sociedad inculta.

Y ahí es cuando vemos como el neo-oscurantismo se mete en los medios, en las escuelas y en los hogares. En casos extremos se han llegado a cometer actos violentos y agresiones en contra de personas inocentes que nada tienen que ver con los problemas existenciales, traumas y complejos de esos individuos. El cometer actos de odio, discriminación o intolerancia basándose en creencias o textos religiosos, es igual a no tener ningún argumento.

Si algo nos ha enseñado la historia humana es que no hay ninguna fe, creencia o religión mejor o superior a las demás, todas son iguales, tienen el mismo valor, el valor que uno les de a cada una de ellas, y nada más. No hay ningún libro religioso que sea superior o más que otro, todos son lo mismo, hojas de papel con palabras escritas por hombres que se creen inspirados por un dios.

Sus virtudes y dones los deben de demostrar en el mundo real con hechos, no con palabras vacías y estériles. Solo con sus actos podrán hacer que eso que tanto quieren ocurra, sus tan deseados milagros, que solo son el resultado del trabajo arduo. Cualquier merolico puede predicar con los ojos tapados, solo un hombre de hechos puede predicar con la boca cerrada. Esos sí son los milagros. Si la verdad los hará libres, pues ya conocen la verdad (la realidad constatable), ya depende de ustedes que hacen con ella.

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