Pues el mal no siempre es maldad, a veces es simplemente estupidez con
poder.
En la sociedad actual solemos temer a la “maldad activa”, aquella que
conscientemente busca el daño o el beneficio a costa de otros. Sin embargo,
existe una amenaza mucho más insidiosa y corrosiva que se camufla bajo el manto
de la buena intención o, peor aún, de la simple inercia, es la del “imbécil con
iniciativa”.
Son los que combinan la falta de criterio y visión con una desmedida
capacidad de actuar, representan un peligro existencial para cualquier
estructura social, desde una empresa hasta una nación.
Para comprender la magnitud de este riesgo, es necesario recurrir a dos
de los análisis más lúcidos sobre la estupidez humana, la Teoría de la
Estupidez de Dietrich Bonhoeffer y las Cinco Leyes Fundamentales de la
Estupidez Humana de Carlo M. Cipolla.
El filósofo antinazi Dietrich Bonhoeffer, en sus escritos hechos desde
la prisión, elevó la estupidez de un defecto cómico a una categoría de
preocupación ética y política de primer orden. Para Bonhoeffer, la estupidez no
es primordialmente un defecto intelectual, sino un defecto moral.
Según Bonhoeffer, "La estupidez es un enemigo más peligroso del
bien que la maldad." Él señala que el estúpido, es el individuo que se
deja dominar por las consignas y el adoctrinamiento. Pierde su capacidad
crítica, no acepta los hechos que contradicen su visión preestablecida, y es
inmune a la razón.
El peligro de esta estupidez reside en su naturaleza, es un instrumento
de manipulación que, cuando se le da poder e iniciativa, ejecuta las peores
acciones sin “malicia personal”, sino por una ciega obediencia o una convicción
errónea.
El "imbécil con iniciativa" es el individuo que, adoctrinado
por una ideología, un dogma o una causa superficial, siente el imperativo de
actuar inmediatamente impulsado por su ignorancia. El resultado no es solo el
fracaso, sino un daño colateral masivo. Ejemplos de estos tipos los podemos ver
en los seguidores de ideologías oscurantistas, conservadoras y neo-fascistas,
como los fanáticos religiosos de cualquier culto, que quieren coartar los
derechos y libertades de los demás por sus creencias mitológicas y
supersticiones, queriendo imponer sus dogmas como leyes.
Por otro lado, el gran académico Carlo Cipolla, con una mirada más
irónica pero científicamente rigurosa, nos proporcionó sus Cinco Leyes la
herramienta definitiva para clasificar y entender el impacto netamente
destructivo del estúpido.
Cipolla divide a la humanidad en cuatro categorías: los Inteligentes que
se benefician a sí mismos y a otros; los Desgraciados que se dañan a sí mismos
y benefician a otros; los Bandidos que se benefician a sí mismos y dañan a
otros; y la más peligrosa de todas, los Estúpidos.
La Primera Ley es la base de todo: Siempre e inevitablemente, todo el
mundo subestima el número de individuos estúpidos en circulación. Esta ley
explica por qué el fenómeno siempre nos toma por sorpresa. "Stultorum
infinitus est numerus" (El número de los idiotas es infinito) como dice la
Biblia en Eclesiastés 1:15.
Pero es la Cuarta Ley la que define la esencia del imbécil con
iniciativa: “Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo
de las personas estúpidas. En particular, la gente no estúpida olvida
constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia,
tratar y/o asociarse con individuos estúpidos constituye, infaliblemente, un
error muy costoso”.
El estúpido, a diferencia del bandido, no obtiene ningún beneficio de su
acción, y a menudo se daña a sí mismo, y a veces hasta se siente orgulloso de
lo que causa, especialmente si produce pérdidas para terceros. Por eso la enorme
importancia del pensamiento crítico y del escepticismo en la sociedad moderna.
El imbécil con iniciativa es la persona que, armada de un fervor
desmedido y una total falta de autocrítica, lanza proyectos fallidos, aprueba
legislaciones ilógicas, o implementa cambios disruptivos sin entender las
consecuencias. Su única contribución es la destrucción neta del bienestar.
Podemos señalar a varios líderes políticos y religiosos como ejemplos con estas
características.
El peligro no reside en el estúpido pasivo que se queda en casa, sino en
el individuo que se siente habilitado a transformar su estupidez en política,
norma o acción social. El imbécil tiene inmunidad a la razón, no aprende de los
errores, repite el daño. Tiene iniciativa ilimitada, su incapacidad se traduce
en acción inmediata y a gran escala. Genera “daño gratuito”, causa destrucción
del valor social sin ningún beneficio compensatorio para nadie. Padece de
incapacidad de evaluación, falla en ver el futuro impacto negativo de sus
propias ideas.
La sociedad debe aprender a identificar y a neutralizar al imbécil con
iniciativa, no mediante el castigo, sino mediante la aplicación rigurosa de
filtros de competencia, crítica constructiva y, sobre todo, la exigencia de una
humildad intelectual que el estúpido activo es incapaz de poseer.
La inteligencia debe priorizar la cautela sobre el entusiasmo ciego. De
lo contrario, seguiremos siendo víctimas del enemigo más peligroso de la
humanidad, el imbécil que nos daña de forma más eficiente y más gratuita que la
maldad más calculada.
https://www.facebook.com/BelduqueOriginal/

No hay comentarios.:
Publicar un comentario