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15 diciembre 2025

El peligro del imbécil con iniciativa

 


Pues el mal no siempre es maldad, a veces es simplemente estupidez con poder.

En la sociedad actual solemos temer a la “maldad activa”, aquella que conscientemente busca el daño o el beneficio a costa de otros. Sin embargo, existe una amenaza mucho más insidiosa y corrosiva que se camufla bajo el manto de la buena intención o, peor aún, de la simple inercia, es la del “imbécil con iniciativa”.

Son los que combinan la falta de criterio y visión con una desmedida capacidad de actuar, representan un peligro existencial para cualquier estructura social, desde una empresa hasta una nación.

Para comprender la magnitud de este riesgo, es necesario recurrir a dos de los análisis más lúcidos sobre la estupidez humana, la Teoría de la Estupidez de Dietrich Bonhoeffer y las Cinco Leyes Fundamentales de la Estupidez Humana de Carlo M. Cipolla.

El filósofo antinazi Dietrich Bonhoeffer, en sus escritos hechos desde la prisión, elevó la estupidez de un defecto cómico a una categoría de preocupación ética y política de primer orden. Para Bonhoeffer, la estupidez no es primordialmente un defecto intelectual, sino un defecto moral.

Según Bonhoeffer, "La estupidez es un enemigo más peligroso del bien que la maldad." Él señala que el estúpido, es el individuo que se deja dominar por las consignas y el adoctrinamiento. Pierde su capacidad crítica, no acepta los hechos que contradicen su visión preestablecida, y es inmune a la razón.

El peligro de esta estupidez reside en su naturaleza, es un instrumento de manipulación que, cuando se le da poder e iniciativa, ejecuta las peores acciones sin “malicia personal”, sino por una ciega obediencia o una convicción errónea.

El "imbécil con iniciativa" es el individuo que, adoctrinado por una ideología, un dogma o una causa superficial, siente el imperativo de actuar inmediatamente impulsado por su ignorancia. El resultado no es solo el fracaso, sino un daño colateral masivo. Ejemplos de estos tipos los podemos ver en los seguidores de ideologías oscurantistas, conservadoras y neo-fascistas, como los fanáticos religiosos de cualquier culto, que quieren coartar los derechos y libertades de los demás por sus creencias mitológicas y supersticiones, queriendo imponer sus dogmas como leyes.

Por otro lado, el gran académico Carlo Cipolla, con una mirada más irónica pero científicamente rigurosa, nos proporcionó sus Cinco Leyes la herramienta definitiva para clasificar y entender el impacto netamente destructivo del estúpido.

Cipolla divide a la humanidad en cuatro categorías: los Inteligentes que se benefician a sí mismos y a otros; los Desgraciados que se dañan a sí mismos y benefician a otros; los Bandidos que se benefician a sí mismos y dañan a otros; y la más peligrosa de todas, los Estúpidos.

La Primera Ley es la base de todo: Siempre e inevitablemente, todo el mundo subestima el número de individuos estúpidos en circulación. Esta ley explica por qué el fenómeno siempre nos toma por sorpresa. "Stultorum infinitus est numerus" (El número de los idiotas es infinito) como dice la Biblia en Eclesiastés 1:15.

Pero es la Cuarta Ley la que define la esencia del imbécil con iniciativa: “Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. En particular, la gente no estúpida olvida constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos constituye, infaliblemente, un error muy costoso”.

El estúpido, a diferencia del bandido, no obtiene ningún beneficio de su acción, y a menudo se daña a sí mismo, y a veces hasta se siente orgulloso de lo que causa, especialmente si produce pérdidas para terceros. Por eso la enorme importancia del pensamiento crítico y del escepticismo en la sociedad moderna.

El imbécil con iniciativa es la persona que, armada de un fervor desmedido y una total falta de autocrítica, lanza proyectos fallidos, aprueba legislaciones ilógicas, o implementa cambios disruptivos sin entender las consecuencias. Su única contribución es la destrucción neta del bienestar. Podemos señalar a varios líderes políticos y religiosos como ejemplos con estas características.  

El peligro no reside en el estúpido pasivo que se queda en casa, sino en el individuo que se siente habilitado a transformar su estupidez en política, norma o acción social. El imbécil tiene inmunidad a la razón, no aprende de los errores, repite el daño. Tiene iniciativa ilimitada, su incapacidad se traduce en acción inmediata y a gran escala. Genera “daño gratuito”, causa destrucción del valor social sin ningún beneficio compensatorio para nadie. Padece de incapacidad de evaluación, falla en ver el futuro impacto negativo de sus propias ideas.

La sociedad debe aprender a identificar y a neutralizar al imbécil con iniciativa, no mediante el castigo, sino mediante la aplicación rigurosa de filtros de competencia, crítica constructiva y, sobre todo, la exigencia de una humildad intelectual que el estúpido activo es incapaz de poseer.

La inteligencia debe priorizar la cautela sobre el entusiasmo ciego. De lo contrario, seguiremos siendo víctimas del enemigo más peligroso de la humanidad, el imbécil que nos daña de forma más eficiente y más gratuita que la maldad más calculada.

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