El mundo observa con horror cómo los conflictos en Gaza y Ucrania continúan escalando, con consecuencias devastadoras para los civiles. Sin embargo, la Organización de las Naciones Unidas (ONU), institución creada precisamente para “prevenir” tales atrocidades, parece impotente para detenerlas.
A pesar de los llamados a la acción y las resoluciones emitidas, la ONU no ha logrado frenar ni a Benjamín Netanyahu en sus operaciones militares en Gaza ni a Vladimir Putin en su invasión a Ucrania.
Este fracaso no solo pone en evidencia las limitaciones estructurales de la organización, sino que también plantea serias preguntas sobre su verdadera relevancia en un mundo cada vez más fracturado.
En Gaza, la situación es desesperada. Las recientes operaciones militares israelíes han dejado miles de civiles inocentes muertos, incluyendo mujeres y niños. La destrucción de infraestructura ha privado a la población de acceso a necesidades básicas como agua, electricidad y atención médica.
La ONU ha pedido un alto al fuego y ha proporcionado ayuda humanitaria, pero estos esfuerzos han sido totalmente insuficientes para detener la violencia. El Consejo de Seguridad ha intentado aprobar resoluciones para exigir un cese de hostilidades, pero estas han sido bloqueadas por vetos de Estados Unidos y otros países poderosos. Esto ha generado críticas generalizadas, acusando a la ONU de no hacer lo suficiente para proteger a los civiles en Gaza.
En Ucrania, la invasión rusa ha causado cientos de víctimas civiles y el desplazamiento de millones de personas. La comunidad internacional ha respondido con sanciones, ayuda humanitaria y esfuerzos diplomáticos, pero el conflicto sigue intensificándose.
La Asamblea General de la ONU ha aprobado resoluciones condenando la invasión y exigiendo la retirada de las tropas rusas, pero estas resoluciones no son vinculantes y no han logrado detener la violencia. El Consejo de Seguridad, por su parte, ha sido incapaz de actuar debido al poder de veto de Rusia, que bloquea cualquier medida en su contra.
¿Por qué la ONU no ha podido tomar medidas más firmes? El poder de veto en el Consejo de Seguridad: Los cinco miembros permanentes (China, Francia, Rusia, el Reino Unido y Estados Unidos) pueden bloquear cualquier resolución, independientemente del apoyo de otros países miembros. Esto ha llevado a un estancamiento en cuestiones cruciales como los conflictos en Gaza y Ucrania.
Los gobiernos de los países tienen intereses y prioridades diferentes, lo que dificulta alcanzar un consenso en temas tan complejos. Y para colmo, la ONU no tiene “autoridad” para intervenir en los asuntos internos de “estados soberanos” sin su consentimiento, lo que complica su capacidad de actuar cuando los líderes rechazan cooperar.
Las consecuencias de la incompetencia de la ONU son graves. El sufrimiento continuo de los civiles en Gaza y Ucrania es una tragedia humanitaria que no puede ser ignorada. La escalada de estos conflictos amenaza con desestabilizar aún más las regiones afectadas y socavar todo el orden mundial basado en leyes y reglas. La erosión del derecho internacional, además, debilita la capacidad de la comunidad global para prevenir futuros abusos y conflictos.
¿Qué se puede hacer? Primer paso: Reformar el Consejo de Seguridad. Hacerlo más representativo y efectivo, por ejemplo, ampliando el número de miembros permanentes y limitando el uso del veto.
Intensificar la diplomacia: Resolver los conflictos a través de la negociación y el diálogo, involucrando a todas las partes en la búsqueda de soluciones. En un mundo global todos deben de ayudar.
Mayor rendición de cuentas: La comunidad internacional debe actuar con sanciones reales, incluyendo arrestos de mandatarios y su procesamiento judicial en la Corte Penal Internacional, y otras medidas consecuentes para responsabilizar a los líderes por sus terribles acciones.
La incapacidad de la ONU para detener los conflictos en Gaza y Ucrania es un evidente fracaso muy trágico del sistema internacional. Es imperativo que la comunidad global actúe para abordar estas crisis y prevenir más sufrimiento.
La ONU, a pesar de sus limitaciones, sigue siendo la mejor esperanza para un mundo más pacífico, pero sin reformas y una voluntad política renovada, corre el riesgo de volverse un parásito burocrático irrelevante en un momento en que su liderazgo es más necesario que nunca.
El mundo necesita un nuevo orden mundial, y urge que la ONU lo comience a aplicar ahora.
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